Los autores plantean que la aplicación de programas de intervención para la atención de los problemas de salud mental específicamente diseñados para niños y adolescentes, supone una excelente inversión para la economía, en la medida que reducen el impacto que estos problemas generan más tardíamente si no son tratados (en términos de costes sanitarios directos e indirectos y de pérdida de productividad laboral), aportando beneficios de por vida a los jóvenes, a las familias afectadas, a la comunidad y al país en su conjunto.
En el informe, que lleva por título Investing in children's mental health (Invirtiendo en la salud mental de los niños), se realiza una revisión de las intervenciones que se pueden aplicar, tanto en la etapa temprana como en adolescencia, para mejorar la salud mental infanto-juvenil, examinando los costes y beneficios que suponen cada una de ellas, de acuerdo con la evidencia científica existente.
En relación con los trastornos de conducta en niños y adolescentes, el documento identifica nueve intervenciones que se pueden aplicar de manera temprana (las intervenciones tempranas a través de enfermeras de familia o matronas, los programas de apoyo parental en grupo e individuales, las intervenciones psicológicas aplicadas en los contextos educativos y las intervenciones escolares dirigidas a reducir los problemas de acoso escolar), y durante la etapa adolescente (la terapia cognitivo-conductual, la terapia familiar funcional, la terapia multisistémica y el tratamiento multimodal). Los resultados del coste que suponen por niño y su relación con los beneficios que se derivan de su aplicación (es decir, el ahorro que suponen a largo plazo para la economía del país), se presentan en la tabla 1.
Tabla 1: Relación costes/beneficios de las intervenciones eficaces para el tratamiento de los trastornos de conducta en niños y adolescentes
*Adaptado de Khan, Parsonage y Stubbs (2015), pág. 10 .
Como se puede observar, según los datos recogidos en el informe todas las intervenciones consideradas suponen una buena inversión, lo que evidencia que la atención de la salud mental de los niños y adolescentes supone una política de actuación más acertada que ignorar el abordaje de estos problemas y posponer las actuaciones a la etapa adulta. Existe un amplio volumen de estudios que demuestra que las intervenciones tempranas (antes de los 12 años) dirigidas a corregir los problemas de conducta, si están bien implementadas, pueden mejorar notablemente el impacto de estos problemas. Entre dichas intervenciones, destacan los programas de intervención psicológica aplicados desde los propios centros educativos (que suponen un beneficio de 27 euros por cada euros invertida), seguidos de las intervenciones escolares dirigidas a reducir el acoso escolar, con un beneficio del 14:1, es decir, 14 euros por cada euro invertido. Los programas para tratar los trastornos de conducta en la adolescencia, también tienen un impacto positivo, si bien estas intervenciones, a diferencia de las anteriores (que se aplican en las etapas tempranas del desarrollo), suelen ser más complejas, exigen recursos más intensivos y requieren el desarrollo de las fortalezas del adolescente y el cambio de la red social que le rodea: familia, centro educativo y grupo de amigos. Entre dichas posibles intervenciones, destaca, en primer lugar, la terapia cognitivo-conductual para modificar los trastornos de conducta en adolescentes, con un beneficio del 22:1 (es decir, un ahorro de 22 euros por cada euro invertido), seguido de la terapia familiar funcional (12:1). Tal y como establecen los autores, incluso aunque estas intervenciones en la etapa adolescente son más intensivas y caras que si se realizan en la etapa temprana, siguen siendo una buena inversión económica, en la medida que permiten recuperar una media de 13 euros de cada euro invertido. Asimismo, y tal como se recoge en el informe, los beneficios derivados de la aplicación de las intervenciones conductuales van más allá del ahorro económico que suponen para el país, incluyendo no sólo la mejora en la conducta del adolescente, sino la reducción del consumo de sustancias, la prevención de las conductas sexuales de riesgo y de los embarazos no deseados, así como la mejora de la relación con los padres. Según concluye el informe, en conjunto y de acuerdo con la evidencia científica, las intervenciones para los trastornos de conducta representan una gran inversión económica, siendo los costes derivados de la implementación de este tipo de intervenciones muy bajos en comparación con los potenciales beneficios. Los autores denuncian que a pesar de la clara evidencia de los beneficios que supone invertir en actuaciones para mejorar la salud mental infanto-juvenil frente a los costes, sólo un porcentaje minoritario de niños con problemas de salud mental accede a este tipo de tratamientos. Referencia: Khan, L., Parsonage, M. y Stubbs, J. (2015). Investing in children’s mental health. A review of evidence on the costs and benefits of increased service provision FUENTE: INFOCOP |
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