Un alto porcentaje de chicos y chicas están implicados en dinámicas perversas en las que asumen la agresión y la victimización como conductas normalizadas en las relaciones que mantienen con sus compañeros y compañeras.
Esta es una de las preocupantes conclusiones con las que alerta el informe titulado Bullying, ciberbullying y dating violence: estudio de la gestión de la vida social en estudiantes de Primaria y Secundaria de Andalucía, un documento desarrollado dentro del proyecto de investigación PRY040/16 (Estudio de la competencia para la gestión de la vida social y su estabilidad en estudiantes de primaria y secundaria de Andalucía), financiado por la Fundación Centro de Estudios Andaluces.
Basándose en la revisión de la literatura científica, el estudio del que surge el informe aborda los siguientes objetivos: describir las competencias de los escolares andaluces para gestionar su vida social y explorar su nivel de implicación en problemas que perturban la calidad de las relaciones entre iguales (bullying, cyberbullying y dating violence).
Para tal fin, se ha contado con una muestra representativa de la población andaluza, compuesta por alumnos y alumnas que cursan el último ciclo de la Educación Primaria y la etapa de Educación Secundaria Obligatoria.
Tal y como indica el documento, atender el desarrollo de la competencia social dentro del ámbito educativo es tarea prioritaria para la mejora de las relaciones sociales que confluyen en su seno. Para que una intervención sea efectiva, señala la importancia de identificar previamente qué se entiende por competencia social y por qué es importante dentro de la escuela.
A este respecto, el estudio revela que los escolares andaluces se perciben competentes socialmente. La dimensión que presenta puntuaciones más altas en ambas etapas es el ajuste normativo, lo que indica que los chicos y chicas tanto de Primaria como de Secundaria, ponen en práctica comportamientos basados en el respeto y la consideración hacia sus compañeros y compañeras. Esta tendencia se observa de forma más evidente en la etapa de Primaria.
Las chicas son las que muestran las medias más elevadas en todas las dimensiones de la competencia social en Primaria; sin embargo, son los chicos los que se perciben más competentes socialmente al inicio de la Secundaria. Estas diferencias de sexo se ven reducidas en los últimos cursos de la Secundaria, si bien ellas son más prosociales y ajustadas a las normas.
En lo que se refiere al bullying, los autores lo califican como uno de los problemas que más preocupación genera en la sociedad, dadas las consecuencias negativas que conlleva y que pueden ser aun “más graves que las que aparecen ante el sufrimiento de otros tipos de abuso, como el maltrato infantil por parte de la familia y de entre las cuales no se excluye la ideación de ideas suicidas e incluso el suicidio mismo”.
Según los datos obtenidos, el bullying es un fenómeno típicamente de la escolaridad Primaria. En los resultados destaca la figura –rol- del agresor victimizado, cuya presencia es verdaderamente significativa en los escolares andaluces de Primaria y Secundaria, lo cual indica, a razón del estudio, que “un porcentaje importante de chicos y chicas están implicados en dinámicas perversas en las que asumen la agresión y la victimización como comportamientos normalizados” en las relaciones que mantienen con sus compañeros y compañeras.
Hay cierta estabilidad prolongada en el rol de agresor, un hecho que, a juicio de los autores, no es una buena señal porque, “teóricamente, los chicos y chicas a medida que crecen tienen un mejor criterio moral y, sin embargo, la implicación en agresión se mantiene con la edad e incluso aumenta”. Este resultado es muy impactante, principalmente al compararlo con el rol de víctima, que sí desciende en la Secundaria.
Los autores consideran fundamental destacar que en los últimos cursos de la ESO se registra un descenso considerable en el porcentaje de víctimas al final del curso, un resultado que podría deberse “a factores psicoevolutivos que sitúan la edad de 15 años como un punto de inflexión en el comportamiento de los adolescentes”.
En el análisis sobre las formas de manifestación, la más utilizada es la de carácter verbal, aunque en Primaria también están muy presentes las formas físicas de violencia. Los niños están más implicados en todas las formas de manifestación de agresión y victimización en la etapa de Primaria. En Secundaria se repite este patrón, si bien las niñas destacan en las formas de agresión relacional, en la difusión de rumores y en los insultos a terceras personas que no están presentes.
Con respecto al acoso cibernético o cyberbullying, el documento lo define como una forma indirecta del acoso tradicional que comparte las características de la intimidación (acto agresivo, intencional y repetido en el tiempo por uno o más agresores), pero que presenta características propias, tales como el anonimato, la publicidad del mismo y la dificultad para desconectarse del entorno cibernético.
Las formas de manifestación más comunes de cyberbullying que se perfilan en el estudio son las agresiones verbales, destacando también la exclusión del grupo en ambas etapas educativas. En Primaria, los niños están más implicados que las niñas en todas las formas de ciberagresión y cibervictimización, al igual que en Secundaria, si bien en esta etapa ellas destacan en la agresión a través de insultos a terceras personas y en cibervictimización a través de formas directas e indirectas.
Por otro lado, al preguntar sobre las relaciones de pareja, tanto chicos como chicas afirman tener un interés creciente en este nuevo tipo de relación. En Secundaria, los chicos y chicas con pareja actual la califican generalmente “de rollito o de relación seria”, siendo muy pocos los que hablan de relaciones formales. Dado el carácter incipiente de estas relaciones y la inexperiencia de quienes las constituyen, el estudio advierte del alto riesgo en muchas de verse implicadas en fenómenos de violencia.
A este respecto, los autores alertan: chicos y chicas están envueltos en fenómenos de agresión y victimización física de forma muy parecida, con una implicación que, “aun siendo sobre todo ocasional y con comportamientos moderados como empujones o agarrones”, no deja de ser alarmante. Esta implicación en violencia física se mantiene estable al inicio y al final del curso, lo que podría indicar “que las dinámicas de relación aprendidas se estabilizan, pudiendo normalizarse este tipo de comportamiento violento como parte de la relación”.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, y dada la relevancia del contexto educativo, de las relaciones interpersonales que se gestan en el mismo, así como su influencia en el desarrollo de la competencia social del alumnado, los autores consideran de interés establecer una serie de orientaciones que guíen el desarrollo de dicha competencia desde la práctica educativa.
Para ello se exponen cuatro líneas estratégicas: desde el currículo ordinario; desde la acción tutorial; desde la mediación o la ayuda entre iguales; y, por último, desde la colaboración familiar.
En sus recomendaciones, abordan los aspectos preventivos y paliativos del acoso escolar. Desde el enfoque preventivo defienden la necesidad de desarrollar modelos basados en la gestión democrática de la convivencia, recordando que la clave para abordar de manera eficiente los problemas de acoso escolar no reside únicamente en proporcionar seguridad al alumnado, sino también en la “obligada atención educativa que requiere desarrollar un buen clima de convivencia”.
Asimismo, ofrecen una serie de estrategias de intervención orientadas a “desarticular la dinámica bullying”, que tienen como objetivo descubrir la estructura social del grupo donde se desarrollan las conductas violentas y modificar las relaciones sociales de sus miembros. También aconsejan la implementación de estrategias que promuevan la asertividad en las víctimas, trabajando las habilidades sociales a través de situaciones en las que se pone en práctica la toma de decisiones de la víctima, y el desarrollo en los agresores de su empatía y sensibilidad emocional y afectiva. En este punto, el documento subraya la relevancia de incluir actuaciones encaminadas a trabajar con los espectadores, quienes “con sus actuaciones ayudan a extinguir las conductas de acoso o a prolongarlas en el tiempo”.
La misma atención educativa es requerida para las relaciones a través de Internet. En esta línea, se recomienda potenciar y sensibilizar a la comunidad educativa —alumnado, profesorado y familias— en un uso seguro, positivo y beneficioso de Internet y las redes sociales para prevenir el cyberbullying.
Por último, el informe finaliza señalando la trascendencia de la prevención del dating violence a través de la competencia social.