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jueves, 25 de septiembre de 2014

Enfermedad crónica: satisfacción vital y estilos de personalidad adaptativos


En la actualidad existe evidencia suficiente que señala que sufrir una enfermedad física crónica aumenta la probabilidad de manifestar trastornos del estado de ánimo, ansiedad (Roy-Byrne et al., 2008) y depresión (Moussavi et al., 2007). Cuando esto ocurre, es decir, que dos problemas de salud, en este caso física y psicológica, se presentan en la misma persona podemos hablar de comorbilidad. Entre las principales consecuencias de la comorbilidad se encuentran el empeoramiento de síntomas como el dolor y el malestar, el incumplimiento de las prescripciones médicas, así como la dificultad de su tratamiento efectivo (Chapman, Perry, & Strine, 2005; DiMatteo, Lepper & Croghan, 2000).

Paralelamente, gracias a los avances médicos y técnicos, la supervivencia de la población que padece alguna enfermedad física crónica se ha visto incrementada año tras año, lo cual conlleva implicaciones tanto individuales como sociales. Las repercusiones individuales se refieren a las condiciones de vida que ofrecen los tratamientos, donde cobra importancia no solo la supervivencia en años, sino también la calidad con que se viven esos años. En cuanto a las repercusiones sociales subrayaremos aquí los costes económicos derivados de los tratamientos de salud a largo plazo (médicos, farmacéuticos, situaciones de incapacidad laboral, etc) que, en los casos de comorbilidad se verían, además, incrementados.

En la situación que se acaba de describir, la psicología de la salud tiene como uno de sus objetivos buscar aquellos factores que puedan conducir a una mejor adaptación psicológica a los problemas de salud física. Así, cobra importancia el estudio del bienestar subjetivo de personas que padecen enfermedades físicas, del que la satisfacción general con la vida es su principal indicador. La satisfacción vital consiste en una valoración de la propia vida como un todo y, aunque estable, es un concepto que se deja influir por distintas circunstancias vitales, como puede ser el hecho de vivir con una enfermedad crónica.

En nuestro trabajo hemos estudiado un total de 160 personas, agrupadas en cuatro grupos según la enfermedad crónica que padecen (insuficiencia renal en tratamiento de hemodiálisis o con trasplante renal, artritis reumatoide y espondilitis anquilosante) más un grupo control, formado por personas sin ningún trastorno de salud física o psicológica. En concreto, perseguimos dos objetivos, por una parte medir el nivel de satisfacción general con la vida de los grupos estudiados, lo cual nos ofrecería información sobre la mayor o menor dificultad de adaptación a la enfermedad. Y por otra parte,identificar aquellos estilos de personalidad que favorecerían tal adaptación en cada grupo.

Según los resultados obtenidos, el menor nivel de satisfacción vital corresponde al grupo de personas en tratamiento de hemodiálisis, que además, presenta diferencias significativas con el grupo de artritis reumatoide y con el grupo control, presentando este los niveles más elevados de satisfacción. Así, de todas las condiciones médicas estudiadas, es la situación de hemodiálisis la que presentaría mayores dificultades de adaptación psicológica, al compararla con las personas con artritis reumatoide y con quienes no padecen ninguna enfermedad. Siendo así, cabría considerar que son las condiciones de vida impuestas por el tratamiento de hemodiálisis las responsables de estos resultados. En este sentido, la hemodiálisis impone unos regímenes de tratamientos y pautas de autocuidado que interfieren en la totalidad de esferas de la vida de los pacientes que, no hay que olvidar, dependen de dicho tratamiento para seguir viviendo. Mientras que las enfermedades reumáticas estudiadas aunque presenten síntomas que pueden llegar a ser limitantes en diverso grado, como dolor articular e incapacidad funcional, no suponen una amenaza para la vida.

En cuanto a los resultados para el segundo objetivo del estudio, se han identificado diferentes factores de personalidad responsables de un mejor ajuste psicológico para todos los grupos excepto para el de trasplante. Estos estilos de personalidad que se han identificado como adaptativos, ya habían sido señalados como tales por otros estudios, así como por el modelo teórico que se ha utilizado (Millon, 2001) en nueve de los diez factores encontrados. No obstante, de estos factores, ninguno ha aparecido en más de un grupo, lo que podría indicar que los estilos de personalidad adaptativos serían específicos según la condición médica de que se trate, y no tanto que existiera un estilo adaptativo genérico para enfermedades crónicas. En este sentido, para el grupo de hemodiálisis se obtiene que la tendencia a ofrecer una imagen de sí mismo peor de lo que es en realidad, es el principal factor que determina, en este caso, peor ajuste psicológico. Para el grupo de artritis reumatoide la tendencia a concentrarse tanto en la búsqueda de refuerzos positivos (placer), como su conformidad a las normas sociales y responsabilidad, conducirían a un mejor ajuste psicológico. Y para el grupo de espondilitis, serían dos aspectos de las relaciones con los demás los encargados de determinar su mejor adaptación. Así, podría dibujarse un entorno de vínculos sociales poco numeroso, donde la persona se centra en sus preferencias y éstas son respetadas.

Por último, señalamos que las conclusiones a las que se llegan, se derivan de un diseño de investigación que solo permite establecer relaciones entre datos y no explicaciones causales y que, el estudio cuenta con una reducida muestra. No obstante, consideramos que este tipo de acercamientos hacia la capacidad de los problemas crónicos de salud para interferir en el bienestar, y de las fortalezas personales que minimizan la probabilidad de comorbilidad en cada caso, es un primer paso que en un futuro permitiría intervenciones terapéuticas más efectivas.

El artículo completo puede encontrarse en la Revista Psychosocial Intervention:

Sánchez, M.J.; García, J.M.; Velverde, M. y Pérez, M. (2014) Enfermedad crónica: satisfacción vital y estilos de personalidad adaptativos. Clínica y Salud, 25, 85-93.


viernes, 13 de diciembre de 2013

Evolución de la satisfacción corporal y vital durante la madurez y la vejez

La satisfacción con nuestro cuerpo tiene una importancia decisiva en el autoconcepto personal y en la autoestima, tanto que se estima que, aproximadamente, un tercio de nuestra autovaloración personal depende directamente de nuestra satisfacción corporal. Es evidente, por lo tanto, que una persona con una satisfacción corporal baja difícilmente podrá desarrollar una imagen de sí mismo positiva y una autoestima alta, lo que implica una mayor probabilidad de que la persona pueda desarrollar trastornos del estado del ánimo y emocionales a lo largo de su vida.

Durante la adolescencia y juventud, son frecuentes los casos de trastornos de la alimentación severos como la anorexia y la bulimia nerviosa debido a una desmesurada presión social hacia la delgadez. Durante la madurez y la vejez, esta presión social hacia la delgadez desaparece, reduciendo a cantidades insignificantes los casos de trastornos de la alimentación severos y fomentando el mito de que la preocupación por la apariencia física se reduce drásticamente y hasta desaparece. En realidad, lo que ocurre es un cambio en el foco de preocupación corporal, que pasa a centrarse en los signos de la edad (arrugas, caída de pelo, etc.). Esta preocupación por los signos de la edad es sustancialmente distinta a la que tienen los jóvenes hacia la delgadez, ya que es una lucha que la persona tiene perdida de antemano y constantemente se va alejando de su ideal físico.

 Con el objetivo de aportar luz sobre este tema, Sánchez y Maganto (2009) valoraron en el estudio que realizaron la satisfacción corporal y vital de 176 personas mayores de 50 años en perfectas condiciones de salud. Se tuvieron en cuenta como variables intervinientes en el estudio: el sexo, el lugar de residencia (urbano o rural), la presencia de pareja y una diferenciación por edad en dos grupos: personas maduras (hasta los 65 años) y personas mayores (edades superiores a 65 años).

Los resultados obtenidos indican que dos de cada tres personas mayores de 50 años mantienen una preocupación por su apariencia física similar a la que se tiene en edades anteriores, dado que el espectro de resultados coincide en más de un 68%. Este resultado destierra el mito de que durante la madurez y la vejez la apariencia física deja de tener importancia para la persona.

Respeto a las variables estudiadas en la investigación, los resultados muestran que:
  • La variable edad muestra diferencias significativas en satisfacción corporal, aunque un análisis pormenorizado reflejó que dichas diferencias estaban mediatizadas por el resto de variables. Esto significa que la edad por sí misma no producía una mejora en la satisfacción corporal, sino que la influencia combinada de ser hombre, residir en un entorno urbano y/o tener pareja era lo que producía el cambio. Estos resultados indican que se debe tener cuidado al incluir la variable edad en los estudios sobre la satisfacción corporal, porque la inclusión o exclusión de algunas de estas variables pueden invalidar los resultados. Este dato puede explicar en parte el origen del mito de que con la edad desaparece la preocupación por la apariencia física. 
  • La presencia de pareja, por otra parte, tiene una influencia inversa sobre la satisfacción corporal de hombres y mujeres, es decir, son los hombres con pareja y las mujeres sin pareja los que mejor satisfacción corporal tienen. Esta influencia cruzada de estas dos variables enmascara la importancia real de las dos variables por separado, hasta el punto de parecer que la presencia de pareja carece de relevancia para la satisfacción corporal. 
  • Satisfacción corporal y vital covarían positivamente en todas las condiciones de este estudio, es decir, a mayor satisfacción corporal mayor satisfacción vital y viceversa. 
  • La variable sexo muestra cómo los varones tienen significativamente mayor satisfacción corporal, al igual que ocurre en todas las edades. Estos datos permiten concluir que el sexo es la única variable de las estudiadas que funciona de forma similar a lo largo de toda la vida, es decir, ser mujer es la única condición que va asociada a una mayor preocupación corporal. 
  • La satisfacción corporal es un tema de investigación científica en auge en la actualidad, pero existe un gran desconocimiento de dicha problemática y del modo de intervenir en las personas mayores, debido a la gran escasez de investigaciones que se realizan (porcentaje inferior al 5% del total, PsycNet, 2010). El Programa Imagina (Sánchez, 2009),sale al paso de esta carencia y ofrece técnicas para mejorar la satisfacción corporal, la satisfacción vital y la autoestima en personas mayores.
De los resultados de este estudio se pueden extraer varias conclusiones. La primera y más evidente es que mejorar la satisfacción corporal tiene una importancia capital para mejorar el estado de ánimo en las mujeres, incluso en edades avanzadas. También se concluye que el factor edad y la presencia de pareja deben ser tratados con sumo cuidado en las investigaciones donde intervenga la satisfacción corporal, ya que la inclusión o supresión de algunas variables puede invalidar los resultados. Por último, se concluye que la realización de programas de mejora de la satisfacción corporal también puede generar excelentes resultados con personas mayores, como ocurre con personas más jóvenes, así que sería de sumo interés implementar alguno de los programas existentes (Sánchez, 2009) o bien trabajar en el diseño y evaluación de nuevos programas para esta edad.

FUENTE: Infocop

El artículo original puede encontrarse en la Revista de Psicología General y Aplicada:

Sánchez-Cabrero, R. y Maganto-Mateo, C. (2009). Satisfacción corporal y vital de personas mayores de 50 años en España. Revista de Psicología General y Aplicada, 62 (4), 293-302.