Cuando las horas de luz comienzan a disminuir y el clima se vuelve más frío, muchas personas suelen experimentar síntomas parecidos a la depresión. En algunos casos, estos síntomas suelen ser relativamente breves y pueden estar relacionados con factores estresantes psicosociales estacionales. Sin embargo, en otros, su presencia puede llegar a ser muy incapacitante.
Con estas líneas, la APA (American Psychological Association-Asociación Americana de Psicología) introduce un artículo dedicado al Trastorno Afectivo Estacional (TAE), a través del cual aborda este trastorno y ofrece una serie de consejos para hacerle frente.
Tal y como indica la Asociación, el trastorno afectivo estacional “es más que una simple tristeza invernal”. Es una forma de depresión que sigue un patrón estacional, apareciendo, generalmente, durante los meses de invierno.
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Sus síntomas son los mismos que en la depresión (estado del ánimo persistentemente triste, pérdida de interés o de la capacidad para disfrutar de todas o casi todas las actividades, sentimientos de desesperanza, fatiga o pérdida de energía, alteraciones del sueño, incremento del apetito y aumento de peso, etc.), su severidad puede variar y, con frecuencia, afecta a las relaciones sociales, laborales o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.
Para aprender a encarar el TAE, la APA ofrece las siguientes recomendaciones:
Exponerse a tanta luz solar como sea posible. Algunos estudios consideran la reducción de la exposición a la luz natural del sol como una de las causas del trastorno afectivo estacional, y recomiendan embeberse de luz con el objetivo de disminuir sus síntomas. Acciones como sentarse junto a una ventana, dar paseos durante las horas de día o realizar algún deporte de invierno para obligarse a salir y mantenerse en movimiento, resultan bastante eficaces para tal fin.
Hábitos alimentarios saludables. Las comidas reconfortantes no tienen por qué contener calorías extra ni exceso de azúcares y grasas. Se puede ser creativo y buscar recetas bajas en calorías y de fácil preparación. Por ejemplo, en lugar de comer pasteles y/o galletas, tratar de hacer un postre de frutas de temporada, como las manzanas y las peras.
Pasar más tiempo con amigos y familiares. Este es un buen modo de levantar el ánimo y evitar el aislamiento social. Acurrucarse con sus hijos o mascotas, ir a tomar un café a casa de los amigos, jugar a juegos de mesa con la familia, etc. Es bueno que la persona hable con su entorno social acerca de cómo le afecta esta estación del año, tomándose un tiempo para enseñarles en qué consiste el TAE, de modo que puedan comprender mejor su situación.
Mantenerse activo. Es importante no encerrarse en casa durante todo el invierno. Hay muchas actividades que pueden realizarse para evitarlo: salir y disfrutar de su comunidad, hacerse voluntario, unirse a algún club local, pasear, patinar sobre hielo, etc.
Asimismo, en casos en los que el TEA lleva apareciendo año tras año, es recomendable ser proactivo, anticipando el invierno y planificando diversas actividades y compromisos para mantenerse activo y así poder disminuir el impacto de este trastorno.
Buscar ayuda profesional. Cuando se está luchando contra los síntomas de este tipo de depresión, algunas personas pueden necesitar ayuda por parte de un profesional de la salud mental, como un psicólogo. Los psicólogos pueden detectar si la persona tiene un trastorno afectivo estacional y determinar el mejor tipo de intervención. Las investigaciones demuestran que la Psicoterapia, como la terapia cognitivo-conductual, es un tratamiento eficaz para el TAE. Ambos tipos de tratamiento suelen evidenciar más beneficios a largo plazo que la terapia de exposición a la luz (el uso diario de una lámpara luminosa artificial) o la medicación con antidepresivos.
En relación con el apartado anterior, la APA subraya la importancia del papel que juegan los profesionales de la Psicología, al estar capacitados para comprender “la conexión entre mente y cuerpo”. Su amplia formación les permite identificar las áreas problemáticas y poder desarrollar un plan de acción para intervenir y modificarlas, ofreciendo estrategias con el fin de ajustar los objetivos para que sean alcanzables, de cambiar conductas y hábitos poco saludables, etc.
Para ver el artículo completo, pincha el siguiente enlace:
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