Violencia, peligrosidad, irresponsabilidad… Éstos son sólo algunos de los atributos asignados erróneamente a las personas que padecen trastornos de salud mental en nuestra sociedad. Estereotipos y prejuicios latentes que alimentan el estigma contra un colectivo que ya representa un 18% de la población del Estado español, según alertan desde la Federación de Asociaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (FEAFES). “Teniendo en cuenta la visión tan negativa que se tiene y se transmite sobre estas personas en los medios, es fácil imaginar que sufran procesos de exclusión”, afirma a Diagonal Iván de la Mata, presidente de laAsociación Madrileña de Salud Mental. El psiquiatra explica que “el estigma y la exclusión de los enfermos mentales han de analizarse en el contexto político de una sociedad que margina a distintos colectivos sociales en función de la clase social, género, orientación sexual, raza, diversidad funcional…”.
Medios de comunicación
Los medios de comunicación juegan un papel fundamental en la generación de prejuicios frente a las enfermedades mentales y las personas que las padecen. Así lo confirma el estudio Estigma y enfermedad mental, realizado por un grupo de trabajo de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid y publicado en 2006, donde se indica que “un alto porcentaje de unidades informativas que trataban acerca de actos violentos y crímenes aludían a la presencia o ausencia de problemas mentales en la persona que los cometía”. “Los estereotipos de peligrosidad e impredecibilidad eran más frecuentes en las unidades informativas procedentes de la televisión, aun cuando en este medio era marcada la escasez de noticias que trataban el tema”, concluía el estudio.
Si analizamos la prensa del Estado español, resulta bastante sencillo encontrar noticias en las que las personas con trastornos mentales son criminalizadas. “Un enfermo mental mata a cuchilladas a un cura en Sevilla”, titulaba El País el 17 de julio de 2015, o “De enfermos mentales a asesinos”, encabezaba un artículo La Razón el 3 de octubre de 2011, donde su autor hablaba de “pacientes que suponen un riesgo contra sí mismos y contra terceros”, a raíz de cuatro crímenes que se habían producido en las últimas horas y sobre los que pesaba “la sospecha de un trastorno”. “Si las noticias hablaran de la cantidad de violencia física y psíquica que han sufrido muchas personas diagnosticadas de, por ejemplo, esquizofrenia, la visión de la población cambiaría”, se lamenta De la Mata.
Desde la FEAFES se lleva facilitando desde 2003 a los medios de comunicación unaguía de estilo con el fin de “utilizar las palabras con sentido”. Entre estas propuestas concretas, actualizadas y reeditadas en 2008, destacan acabar con la difusión de “imágenes que transmitan aislamiento social, improductividad o que despierten compasión o rechazo”, o evitar “mencionar los problemas de salud mental si éstos no son relevantes para la correcta comprensión del hecho noticioso”. Ante tales prácticas, se recomienda “limitarse a describir los hechos directamente observables, o bien llegar a mostrar sus circunstancias contextuales y factores causales sin relegar la enfermedad como única causa”. También recomiendan tener cuidado con la terminología utilizada y rectificar “aquellas informaciones que hayan perjudicado los derechos de las personas o asociaciones del ámbito de la salud mental o su imagen pública”.
Sensacionalismo
El presidente de la Asociación Madrileña de Salud Mental reitera que el modelo informativo sensacionalista imperante en los medios de comunicación del Estado español, cuando se tratan temas de trastornos mentales, ha hecho mucho daño al colectivo de personas diagnosticadas. “Desde el caso de las tres menores secuestradas, violadas, torturadas y asesinadas en Alcàsser en 1992, en todo crimen siempre aparece un experto desmenuzando la personalidad del autor con tecnicismos que, de forma indirecta, tienden a relacionar enfermedad mental, violencia e imprevisibilidad”, apunta.
De la Mata considera que otro de los problemas en el tratamiento informativo de los trastornos mentales es considerar las enfermedades mentales como un problema cerebral descontextualizado de los determinantes sociales psicológicos, paradigma “sustentado por fuertes intereses comerciales” y “con mucha presencia en las noticias científicas” debido a ello. “Los medios no son conscientes muchas veces de cómo reproducen este modelo de entender la enfermedad mental”, insiste. Investigaciones como la llevada a cabo por el psicólogo John Read en 2006 sobre prejuicio y esquizofrenia analizan el impacto de campañas de lucha contra el estigma basadas en afirmar que la enfermedad mental es como cualquier otra enfermedad. Dicha investigación concluye que este enfoque es contraproducente, porque explicar el trastorno mental desde un enfoque biologicista (genético) y no basado en las causas psicosociales que están detrás contribuye a aumentar la percepción pública de peligrosidad e impredecibilidad de las personas que la padecen.
“No es sólo cuestión de cambiar la actitud, sino que es un problema político que tiene que ver con asegurar que las personas con diagnóstico de enfermedad mental tengan reconocidos sus derechos como ciudadanos, derechos básicos que continuamente se violan”, reitera De la Mata, que insiste en que esta estigmatización es “producto de un conglomerado confuso de prejuicios e intereses”. Y apunta, entre otros motivos, al anacronismo que justificaba en la peligrosidad de la persona con trastorno mental su encierro en manicomios. Además, para De la Mata, estos prejuicios vienen a aumentar la percepción propia de los pacientes, que ya “tienen una autoconciencia de déficit en el control de impulsos cuando cometen faltas mínimas”.
Antonio Andrés Pueyo, catedrático de Psicología de la Universidad de Barcelona, explica a El Periódico que de la totalidad de personas condenadas por delitos violentos apenas un 5% sufre un trastorno mental severo. “Solamente entre un 9 y un 10% de los enfermos mentales graves realiza conductas violentas y, si se trata de los delitos violentos más graves, esta prevalencia disminuye al 3% o 4%”, confirma. Estas cifras se aproximan a las publicadas por el Normandale Community College de Bloomington (EE UU), según las cuales sólo un 7,5% de los delitos cometidos por personas con trastornos mentales graves se encuentran relacionados directamente con algún síntoma de la enfermedad que padecen. Jillian Peterson, autora del estudio, insiste en que, aunque “cuando oímos hablar de delitos cometidos por personas con enfermedad mental se suele destacar con grandes titulares la dolencia que padecen, la gran mayoría de estas personas no son violentas”.
Lo cierto es que, al contrario, la violencia sí suele ser sufrida por las personas con trastornos mentales desarrollados, e incluso bien podría llegar a convertirse en la causante de los mismos. “Cada vez hay más evidencias que correlacionan las situaciones traumáticas vividas en la infancia con el desarrollo de enfermedades mentales graves”, explica De la Mata. Uno de los estudios que corrobora esta afirmación es el publicado por el Royal College Of Psychiatrists de Reino Unido en 2003, que incluye abusos sexuales, negligencia en los cuidados, maltratos o situaciones de acoso escolar como la violencia más repetida contra este colectivo. Pero además de éstas se encuentra otro tipo “mucho más escondida y sutil, que es la violencia institucional: medidas coercitivas, contenciones mecánicas, tratamientos obligatorios, discriminación en los servicios sanitarios…”, nos recuerda el presidente de la Asociación Madrileña de Salud Mental.
Más psicofármacos
El Sistema Nacional de Salud cifró en cerca de diez millones el número de personas que padecían algún tipo de trastorno mental en el Estado español en 2007. Y la investigación divulgada por el European Journal of Public Health en 2012 confirmó los pronósticos que vaticinaban un aumento en esta cifra. De la Mata aclara respecto a las estadísticas publicadas que “no se trata de algo estático, sino de algo dinámico, ya quelas personas fluctuamos entre estados de salud y estados más patológicosen función de muchos factores que varían a lo largo de la vida”.
Por su parte, el psiquiatra Guillermo Rendueles explica a Diagonal que en los últimos años “ha disminuido el número de consultas en salud mental de pequeñas patologías, por miedo al despido por bajas o por la detección de consumo de psicofármacos, y han aumentado las patologías en mujeres, menores y tercera edad”. Según Rendueles, esto viene a demostrar que “entre el sufrimiento de la población y el tratamiento psiquiátrico hay un importante hiato, ya que el consumo de ansiolíticos o antidepresivos recetados por médicos de familia ha aumentado sensiblemente”.
25%
Un cuarto del total de la población mundial padece en algún momento a lo largo de su vida algún tipo de trastorno mental, según afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS).
12,5%
Estos trastornos suponen el 12,5% respecto a todas las patologías diagnosticadas, según cifras de la OMS, que apunta a que continuarán aumentando en los próximos años.
70%
El 70% de la población mundial tiene un acceso limitado a los recursos sanitarios en salud mental, con menos de un psiquiatra por cada 100.000 habitantes.
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