Soledad tiene treinta y cinco años y es virgen porque quiere. Como ella, cientos de millones de personas en todo el mundo se niegan a tener relaciones sexuales, no por razones morales o religiosas, sino por falta de deseo o porque simplemente no les interesa compartir su sexualidad con otras personas. Las personas asexuales reivindican su condición como una opción sexual más. Paradójicamente, para muchas de ellas, la negación de la sexualidad es lo que justifica la existencia de las otras opciones sexuales.
Incluso ondean su bandera (de cuatro franjas: negra, gris, blanca y violeta) en los desfiles del Día del Orgullo LGBT. Aunque se trata de un colectivo reciente y apenas conocido, empieza a ganar visibilidad en Internet a través de proyectos de visibilización y blogs en los que miembros de la comunidad relatan sus experiencias personales.
Kafka confesó su nulo interés en el sexo en sus diarios. “El coito como castigo por la felicidad de estar juntos. Vivir en lo posible de manera más ascética que un soltero, esa es la única posibilidad para mí de soportar el matrimonio. ¿Pero ella?”, escribía. Otras personalidades como Newton, Chopin, Isabel I de Inglaterra y Kant han sido consideradas asexuales y hasta se ha especulado con la posibilidad de que Hitler lo fuera. Dalí tenía relaciones románticas sin sexo con sus musas; aunque les permitía tenerlas con otros hombres. Morrisey, el que fuera cantante de The Smiths, se declaró abiertamente asexual cuando dijo que no podía imaginar su cuerpo “respondiendo a un estímulo sexual”. Se trata de casos aislados. El origen de la asexualidad como movimiento es reciente y se ha vinculado a los soshokukei danshi (chicos herbívoros), una tribu urbana que apareció en Japón hace menos de una década y cuyos miembros declaran su desinterés por el sexo y por el trabajo.
Según un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), alrededor del 3% y el 5% de la población mundial actual se consideraría asexual; es decir, unos 300 millones de personas. ¿Cómo es posible en sociedades como la occidental que giran en torno al sexo y en las que la presión social incita a conductas indeseadas? Para el académico Anthony Bogaert, responsable de una investigación previa (de la que extrajo que el 1% de la población mundial era asexual), este hecho sería la constatación del dicho popular que afirma que lo poco gusta y lo mucho cansa. Bogaert cree que es precisamente la sexualización de la sociedad lo que ha “apagado” el deseo sexual de todas las personas que se consideran asexuales.
Johana Villamil es directora de la Plataforma de Visivilización de la Asexualidad en Hispanoamérica (AVENes). Este proyecto ha logrado consolidar una amplia comunidad de más de 3000 personas en sus cuatro años de existencia. AVENes “reivindica la asexualidad dentro de la diversidad” y surgió como “una herramienta para entablar diálogos más cercanos”, según explica Villamil.
Pese a las confusiones a las que puede llevar el término “asexual”, todavía definido en términos meramente biológicos por la RAE, no se trata de una aversión al sexo. Ni siquiera todas las personas asexuales se niegan a mantener relaciones sexuales de manera estricta. AVENes define la asexualidad como la “falta de orientación y deseo sexuales”. Como explica Villamil, “las personas asexuales no sienten rechazo al sexo: no son antisexuales. De hecho, hay personas asexuales que sí tienen relaciones sexuales en baja frecuencia. Pero no pensamos que el sexo sea malo, pecado o algo sucio. Simplemente no nos interesa y preferimos conectarnos con las personas de otra manera.”
Tipos de asexualidad
Además de distintas formas de entender la sexualidad (algunos se masturban, pero no comparten su sexualidad), dentro del colectivo cada asexual se considera de un tipo u otro en función de sus preferencias a la hora de relacionarse a nivel emocional. Así, las personas asexuales pueden ser románticas o arrománticas en base a su necesidad de mantener relaciones amorosas o su oposición a las mismas. Entre las románticos, además, encontramos distinciones en función de las preferencias a la hora de mantener una relación romántica: asexuales hetero-románticos, homo-románticos, y bi-románticos.
Dentro de AVENes, la diversidad de formas de entender la sexualidad y las relaciones emocionales es amplia. Según aclara su directora, “el hecho de que una persona no sienta atracción sexual no quiere decir que no sienta otro tipo de atracciones, o que no le interese formar relaciones románticas con otra persona. Las personas asexuales tienen las mismas necesidades afectivas que cualquier otra persona y hay en nuestra comunidad toda la variedad LGBT”.
Soledad pasó de buscar relaciones afectivas con hombres y mujeres a buscarlas sólo con mujeres pero con una premisa clara: exentas de relaciones sexuales. Ahora se pregunta cómo no pudo darse cuenta antes de su condición y cree encontrar la respuesta: “Supongo que fue por el hecho de que desde pequeñas nos enseñen que las mujeres tienen que estar con hombres, unido a mi falta de atracción”.
¿Enfermedad mental?
Lucía se sumió en una terrible depresión cuando la adolescencia le descubrió que no experimentaba los mismos intereses que sus amigas en cuanto a su incipiente atracción sexual hacia los chicos. “Empecé a sentirme diferente porque ningún chico me interesaba, aunque no pude ponerle nombre a lo que me pasaba hasta que busqué una respuesta a mis dudas y fracasos sentimentales”, cuenta. Lucía se considera hetero, aunque arromántica. “Yo no estoy soltera, soy soltera”, dice. Como a otras muchas personas asexuales, se le diagnosticó depresión. Es habitual que la asexualidad se confunda con algún tipo de enfermedad mental o trastornos de la personalidad como el trastorno de deseo sexual hipoactivo, caracterizado por una falta de apetito sexual eventual.
La psicóloga y sexóloga Gema Montes, responsable de la web sersexual.com, asegura que “siempre ha habido personas con deseo sexual cero, pero ahora en estos tiempos de redes sociales y de globalidad tienden a unirse y desarrollar una filosofía propia”. Montes cree que es imposible ser asexual: “Es como negar la biología humana; es física, biológica, psicológica y socialmente imposible. Se puede elegir no tener conductas de carácter erótico, pero se sigue siendo sexual”, sentencia. Según la sexóloga, es posible prescindir del sexo, “pero se dejarían de reportar múltiples beneficios para la salud y para las relaciones interpersonales”. Desde la sexología, además, se considera que la falta de sexo puede ser perjudicial a distintos niveles. Montes explica que los problemas que conlleva una vida sin sexo pueden ser orgánicos (depresión, estrés, diabetes o tumores), psicológicos (emociones negativas: vergüenza, miedo y culpa) y sociales (relacionados con una educación represiva y la influencia de modelos sexuales clásicos).
La frustración inicial ante el desconocimiento de la situación lleva a muchas personas asexuales a consultar con psicólogos o sexólogos por una razón común: una sensación de extrañeza que les impide sentir atracción física incluso cuando se enamoran. “Sufrí mucho porque me he sentido enamorada varias veces, aunque nunca pude sentir atracción física por esa persona”, explica Lucía. Lucía asegura haber mantenido relaciones sexuales con ambos sexos y haberse visto forzada en ocasiones, obligándose a tener sexo sin querer, para tratar de entenderse a sí misma. Lucía es de esas asexuales que sí son capaces de sentir deseo pero que no sienten atracción física por otras. “He buscado el sexo por el sexo temiendo que un intento fallido acabase con una hermosa relación y evité las relaciones con sentimientos de por medio. Pero no puedo sentir atracción sexual aunque sí deseo; me gusta el sexo pero no compartirlo”, aclara.
Tal fue la impotencia de Lucía hasta que llegó a la conclusión de que era asexual, que decidió escribir un libro. En ‘Diario de una asexual’, relata su experiencia personal “para que nadie más sufriese por no saber lo que le ocurre en este terreno”. Asegura que “lo que más hace sufrir a una asexual es la incomprensión, empezando por la propia, ya que no es fácil identificar un tema sobre el que no se ha oído hablar.”
Fernando no se considera estrictamente asexual. Tras una larga búsqueda de sí mismo llegó a la conclusión de que era demisexual. “Se llama así a alguien que no suele tener atracción primaria o de tenerla no es lo suficientemente fuerte como para actuar impulsado por ella. Sin embargo, se puede sentir atracción si hay sentimientos de naturaleza romántica”, explica. Fernando sintió la misma preocupación que Lucía desde que, en la adolescencia, el sexo empezó a ganar relevancia en su entorno. “Pensaba que antes de los veinte tal vez la falta de madurez y de experiencias hacía que no me pareciese tan relevante como al resto, pero cuando pasan los años e incluso décadas sin tener aventuras sexuales, te sientes fuera de lugar”, dice. Fernando acudió a un hipnoterapeuta para que le ayudase a superar su “problema”. Tras las sesiones encontró la verdadera fuente de sus preocupaciones: “tenían más que ver con querer compararme con el resto que conmigo mismo”.
Presión social
“Soy asexual, chico, no pongas esa cara, ¿vale?, pero no voy por ahí repitiéndolo porque eso sí que es algo que nadie entiende. Nadie entiende que alguien pueda carecer de interés por el sexo”, escribe Ángela Vallvey en Muerte entre poetas. Si mujeres como Lucía llegan a mantener relaciones sexuales no deseadas sólo para sentirse “normales”, en el caso de los hombres resulta todavía más difícil. “En la universidad cometí el error de decir que era virgen. Desde entonces llevé el estigma de hombre virgen y me convirtieron en el protagonista del chiste fácil hasta que terminé la carrera”, recuerda Fernando. Tras aquella confesión, sufrió durante sus años universitarios constantes presiones por parte de sus compañeros, que le daban consejos que no pedía para mantener relaciones sexuales y hasta le amenazaban diciendo que se volvería loco. Desde entonces, y cada vez que alguien le pregunta, asegura que se ha acostado con algunas chicas, sin entrar en detalles, para no volver a pasar por aquello.
Fernando reconoce que, aunque los hombres sienten la presión de una sociedad que les impone que lo normal es que mantengan relaciones sexuales con frecuencia, para las mujeres ya no resulta fácil. “Las chicas también están sintiendo presiones para tener más actividad sexual. Conozco a una chica que también recurre a decir en su nuevo trabajo que ha tenido sexo para que dejen de acosarla como en el anterior”, explica Fernando.
Lucía parte de la base de que, más allá de la presión social, hombres y mujeres vivimos la sexualidad de manera distinta. “Supongo que para los hombres es más difícil, ya que a las mujeres no se nos valoran tanto las conquistas sexuales como a ellos. Quizá está más ligada al terreno sentimental, que nos hace echar en falta las relaciones afectivo-sexuales más que las relaciones sexuales”, dice.
Johana Villamil considera que “en todos los casos es difícil para cualquier persona porque, además de una fuerte presión social, una educación sexual basada en cómo poner un condón y las ETS no ayuda a entender tu sexualidad”. Y añade: “Es necesario hablar de la sexualidad humana, de las relaciones, de la intimidad, del amor y de las emociones en otros términos. No se puede seguir viendo la sexualidad de cada persona como una lista de instrucciones sobre el placer y el éxito”.
Soledad siempre tuvo claro que no le gustaba el sexo. A los treinta y cuatro años y gracias a la reciente difusión de la asexualidad en Internet, por fin pudo dar un nombre a su situación. No ha encontrado la oportunidad para poner fin a su virginidad, pero asegura que tampoco la ha buscado. Mientras que para algunas personas de su condición, mantener relaciones sexuales es algo que simplemente no interesa, ella muestra una clara aversión y asegura que siempre le ha “horrorizado” imaginarse casada y “cumpliendo” con su marido.
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