jueves, 15 de noviembre de 2012

Estar bien es posible


Es obvio que la vida cotidiana es compleja y que estamos acosados por el estrés, sea en el trabajo, en la vida familiar o en los estudios. Ante esta situación nuestra mente puede reaccionar de diversas maneras. Una de ellas es dejarnos llevar por el desánimo. En esas circunstancias, nuestra obligación para con nosotros mismos es ser conscientes de que los problemas forman parte de la vida y por tanto no son sino un elemento más del viaje por la existencia, lo mismo que la satisfacción. Si aceptamos esto, lo importante a la hora de resolver un problema es que nos centremos en las alternativas a nuestro alcance. Por tanto nuestra actitud en pos de una resolución eficaz puede ser la clave a la hora de encarar cualquier situación difícil, sin esperar que nadie decida ni actúe en nuestro lugar. A esta disposición para afrontar la existencia la denominamos «positividad» y que podríamos llamar también como «pensamiento útil».

El «pensamiento útil» se basa en focalizar nuestras ideas en una dirección que favorezca nuestro bienestar. La felicidad no se encuentra fuera de nosotros sino que es un estado interior. Si nuestra forma de sentir y actuar está en función del pensamiento debemos ser cuidadosos con él. Si somos capaces de modificar y dirigir nuestros pensamientos, somos capaces también de asumir la responsabilidad de nuestro destino y por tanto ejercer un moderado control sobre los acontecimientos.

Nuestra mente tiene un potencial innato pero no ha nacido preparada a priori para resolver de todos los acontecimientos de la vida sino que necesita un período de construcción, en base a la educación, a la experiencia y nuestra forma de procesar la información. Si deseamos ser felices, tener éxito con nuestros proyectos vitales, disfrutar del amor y estar equilibrados, tenemos que detenernos un momento y reflexionar sobre nuestros pensamientos, si nos ayudan o nos perjudican. Después solo nos resta actuar en consecuencia.

Para conseguir esto, podemos empezar por suprimir frases nocivas como por ejemplo: «no puedo», «no voy a lograrlo», «soy incapaz» o «soy un inútil». Precisamente lo que tenemos que decirnos es todo lo contrario: «voy a intentarlo», «si no lo intento no sé si puedo lograrlo», «soy capaz de asumir retos», «hago muchas cosas bien». Ésta sería una buena manera de empezar a luchar contra nuestra negatividad interior o contra una forma de pensar inútil.

Podemos construir frases positivas breves —siempre en tiempo presente—, con palabras claras y repetirlas tantas veces como sea necesario para que nos queden bien grabadas en nuestra memoria y logremos así que fluyan automáticamente. Conseguiremos un objetivo en la medida en que nos veamos capaces de lograrlo.

La suerte en la vida va y viene, pero creemos que es algo que no está en nuestra mano controlar, cuando es nuestra actitud la que nos programa en una u otra dirección, posiblemente sin saberlo. Es importante no olvidar que cimentamos la suerte con el trabajo cotidiano.

Sabemos que podemos mejorar en muchos aspectos de la vida: sentirnos más seguros, disfrutar de las pequeñas cosas y, por descontado, ser más felices, pero quizá ignoramos cómo hacerlo. Este conocimiento ya es un principio en sí mismo a partir del cual empezar a trabajar. Es imprescindible confiar en que es posible dejar atrás los hábitos y conductas que nos impiden aproximarnos al bienestar psicológico. Quizá el primer obstáculo que nos encontramos, es pensar que nuestra insatisfacción es algo crónico que no podemos modificar. Si superamos esto, el resto de los problemas que nos van a ir surgiendo los iremos salvando. Sentirse bien con uno mismo es el resultado de un trabajo diario que acaba por convertirse en una forma útil de relacionarnos con la vida.

Lo primero que debemos hacer cuando nos enfrentamos a un problema es sosegarnos y pensar que tiene solución, aunque no seamos capaces de verla en ese momento. A partir de ahí, buscaremos las posibles opciones, las que se nos ocurran; analizaremos las ventajas e inconvenientes de cada una de ellas y probaremos la que en ese momento consideremos como la más favorable. Después comprobaremos los resultados y si no hallamos lo que esperábamos, probaremos con otra opción, así hasta lograr lo que en un principio habíamos previsto. Los objetivos siempre deben ser claros y realistas. Es imprescindible que los propósitos que nos marquemos no sean muy difíciles de lograr para que un fracaso no nos lleve a abandonar enseguida. Luego sucesivamente podemos ir subiendo nuestro nivel de exigencia.

Ser felices es un proceso personal que cada individuo debe desarrollar, no existe una fórmula precisa que sirva para todo el mundo, pero sí existe una idea que puede aportarnos ayuda, la de vivir el momento con plenitud, disfrutando de nuestras posibilidades inmediatas, sin apegarnos ni al pasado ni obsesionarnos con el futuro.

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