Se viene publicando desde hace tiempo en diversos medios
de comunicación que somos uno de los países de la Comunidad Europea
con mayor consumo de horas de televisión por habitante. Esto dice mucho en lo
que se refiere a nuestros hábitos de ocio, sobre todo si consideramos que somos
también uno de los países que menos libros y periódicos lee. El dato quedaría
ahí, sin más, con la pregunta en el aire de hacia dónde vamos —culturalmente
hablando—, si no fuera por el hecho de que los niños son grandes consumidores
de televisión, sin que exista un filtro exigente que limite su acceso a contenidos
presumiblemente perniciosos para su educación.
Así las cosas, la Confederación
Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y
Usuarios (CEACCU), ha hecho un estudio sobre el tema. Dicho estudio «pone en
evidencia la relación entre contenidos televisivos y hábitos de salud en la
infancia y la juventud». Se constata que los niños ven a diario desde telenovelas
y reality shows hasta películas con
una alta carga de violencia o en las que se discrimina a la mujer. Digamos que
el respeto exigible a los valores esenciales brilla por su ausencia.
Además, en las horas que ven los niños la televisión los
diferentes canales promocionan sus programas aunque posean un contenido no recomendable para estos. Se destaca en el
estudio que «en la autopromoción se emplea como gancho la parte más
morbosa de la serie o película, la que plantea el momento culmen de la violencia
o incluso la imagen sexualmente más provocativa. Con el agravante añadido de
que esta autopromoción es reiterativa a lo largo del día y de toda la semana,
en la que se repite continuamente el programa o la película que se va a
emitir».
La CEACCU denuncia y presenta ejemplos significativos
como en el que se incita a los menores a comportamientos insanos con respecto a
la comida, lo cual significa un riesgo en las edades tempranas para el
desarrollo de Trastornos de la conducta alimentaria: anorexia o bulimia. «La
franja horaria infantil está repleta de anuncios de establecimientos de comida
rápida, chocolates, bebidas, galletas, etcétera, en los que se oferta el producto
junto a un juguete», convirtiendo en más estimulante el consumo de estos artículos.
También, en
idéntica línea, de una manera más o menos explícita, se estimula la utilización
de drogas y alcohol; es decir, se transmiten escenas en las que se usa o abusa
con un aire de «normalidad» de estas sustancias.
Ni que decir
tiene, que si existen errores de bulto en los aspectos anteriores, en lo que
respecta a la educación en valores las programaciones televisivas presentan
innumerables carencias cuando no deficiencias. En los resultados del estudio
que estamos citando se denuncian programas que ven los niños en los que hay
conductas explícitas violentas o xenófobas entre iguales. No se tocan temas que
serán importantes a lo largo del crecimiento, como por ejemplo la igualdad de
género o el respeto a la mujer. No se educa en valores positivos para la
convivencia y la tolerancia y sí se actúa de manera contraria, presentando el
papel de la mujer en la sociedad como pasivo, sumiso a los requerimientos
masculinos o como un instrumento sexual siempre disponible a los caprichos del
varón; en general un ser imperfecto y frágil que necesita continua protección.
El informe es
desalentador y ante él los padres y educadores deberían reaccionar. O bien se
quita la televisión a los niños o bien se selecciona el material que pueden
ver. Naturalmente siempre existiría la posibilidad de que la dirección
de cada canal televisivo tuviera en cuenta estos datos y actuara en
consecuencia. Pero el suceso es poco probable porque no olvidemos que los
medios de comunicación son un negocio y por tanto su objetivo principal es la
consecución de un beneficio al precio que sea. Así que ya podemos desenchufar
el aparato y disponernos a jugar con nuestros hijos como medio más eficiente
para que disfruten de un ocio y una educación saludable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario