En los últimos años varios estudios han comparado la eficacia de las intervenciones cognitivas frente a las basadas en técnicas conductuales para el tratamiento de distintos trastornos. Entre estos, la eficacia entre la Terapia Cognitiva (TC) y la terapia de Activación Conductual (AC), ha ganado un creciente interés dentro de la comunidad científica (Cf. Dimidjian et al., 2006).
En la historia del tratamiento de la depresión, tras un periodo en que la intervención ha estado orientada al cambio en la percepción y pensamientos del paciente, se ha pasado a otro -en el marco de las pujantes terapias contextuales-, en que se cuestiona la premisa de que "el trabajo cognitivo resulta fundamental para la mejoría". Pero es importante saber que la exclusión de técnicas cognitivas en la AC es una cuestión tanto empírica como teórica, que hunde sus raíces en el análisis de componentes de la TC de Beck (Jacobson et al., 1996). Los resultados de este estudio revelaron que la TC completa no ofrecía mejores resultados que la reestructuración cognitiva o las condiciones de activación conductual.
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El redescubrimiento de la utilidad de las estrategias de activación, además de influir en el tratamiento de la depresión, ha acabado por trasladarse a otras patologías de gran incidencia, como es el caso de los trastornos de ansiedad. A este respecto, diversos trabajos (Soleimani et al., 2015; Turner y Leach, 2009) han obtenido resultados en la misma dirección, revelando una eficacia significativamente superior de la condición de AC respecto a la TC.
En línea con estas investigaciones, se planteó un estudio empírico en el que se comparó la efectividad de la Activación Conductual (AC) y la Terapia Cognitiva (TC) sobre los Pensamientos Automáticos Negativos (PANs) elicitados ante situaciones generadoras de ansiedad. A partir de una muestra de 42 estudiantes con edades comprendidas entre los 18 y 21 años, que completaron el ISRA B, el BADS y el EROS, se seleccionó a los 18 sujetos con puntuaciones más altas (con mayor ansiedad y mayor contenido de pensamientos ansiosos), y se asignaron de forma aleatoria a dos grupos experimentales y a un grupo control. En el grupo experimental 1 se aplicó una intervención basada en la TC (reestructuración cognitiva) y en grupo experimental 2 una a partir de la AC (técnicas de programación de actividades). Ambas intervenciones constaron de cinco sesiones de 60 minutos.
Los resultados obtenidos revelaron que tanto la TC como la AC eran eficaces en la disminución de la intensidad de la respuesta de ansiedad (ambos grupos tuvieron cambios significativos frente al grupo control). Este hallazgo es consistente con estudios anteriores donde ambos tipos de intervención redujeron significativamente los síntomas fisiológicos de la respuesta de ansiedad en una muestra de estudiantes (Soleimani et al., 2015). En el grupo de TC, asimismo, se observó un aumento significativo en la cantidad de pensamientos automáticos positivos (PAPs) tras la intervención, pero en el grupo de AC se redujo significativamente la cantidad de PANs. Estos resultados sugieren que el cambio en la ansiedad es posible también de “fuera hacia dentro” tal y como establece la AC, a partir de modificaciones en la conducta. En este sentido, al observar que la AC no solo produjo una disminución significativa de los síntomas a nivel motor (escape/evitación) y fisiológico (intensidad) de la respuesta de ansiedad, sino que, además, tuvieron lugar cambios en el plano cognitivo (PANs) se revela que la aplicación de técnicas cognitivas, como la reestructuración no conllevaría un mejor resultado.
Una aportación importante de este trabajo radica en el cambio en la variable cognitiva analizada (PANs y PAPs), ya que, a pesar de la existencia de investigaciones con notable evidencia empírica (Dimidjian et al., 2006; Dobson et al., 2008; Jacobson, 1966; Turner y Leach, 2009), sobre la comparación de la eficacia de estos dos enfoques terapéuticos en distintos tipos de sintomatología, ningún estudio hasta ahora se había ocupado de contrastar esta eficacia de forma específica en una variable cognitiva. Estos resultados son, además, un nuevo aval para que las estrategias terapéuticas que plantea la AC sean incorporadas en el tratamiento de distintos trastornos y se contemple, por tanto, como una intervención transdiagnóstica.
El artículo completo puede encontrarse en la Revista Psicothema:
Nieto, E. y Barraca, J. (2017). Behavioural activation versus cognitive restructuring to reduce automatic negative thoughts in anxiety generating situations. Psicothema, 29 (2), 172 -177
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FUENTE: Infocop |
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