El documento pone de relieve el impacto significativo del ambiente y las actividades que realizan los adolescentes sobre la estructura del cerebro y su conectividad durante toda la vida.
A lo largo del documento, se abordan diferentes cuestiones específicas que afectan hoy en día a la adolescencia, tales como el uso de medios sociales, abuso de sustancias, ansiedad y depresión, TDAH, psicosis y esquizofrenia, conducta suicida, etc. A continuación, presentamos algunas de las conclusiones más importantes del informe, estructuradas en base estas cuestiones:
Los adolescentes y adultos jóvenes -de 16 a 24 años- son los usuarios más activos de las redes sociales. Si bien la participación en estos medios puede ser beneficiosa, en algunos casos, para fomentar las relaciones sociales y disminuir la sensación de soledad (al reemplazar las conductas de aislamiento), su uso excesivo puede tener un impacto negativo en la autoestima y la satisfacción vital, y puede vincularse con un incremento de los problemas de salud mental, como la ansiedad, la depresión y/o el suicidio. Según advierte el informe, los efectos sobre el comportamiento adolescente, pueden llegar a ser “dramáticos”, cuando se eleva el tiempo que pasan navegando por las redes sociales, derivando en una importante reducción de la actividad social y un mayor incremento de síntomas de salud mental.
La falta de sueño es otra consecuencia frecuentemente asociada con el uso desmedido de estas redes, que puede afectar negativamente el estado de ánimo de los adolescentes, su capacidad de pensar, de reaccionar, de regular sus emociones, de aprender y de relacionarse adecuadamente con los adultos.
Con respecto al riesgo de abuso de sustancias en la adolescencia, el informe alerta de la rapidez con que la exposición temprana y continua a las drogas y al alcohol puede conducir a la dependencia, así como del riesgo de desarrollo de trastornos mentales, entre ellos, los trastornos psicóticos. Para sustentar esta afirmación, recoge una serie de datos impactantes, derivados de diversos estudios sobre uso y abuso de drogas en estudiantes de Secundaria de Estados Unidos, en torno a la precoz edad de inicio de tratamiento por abuso y dependencia de cannabis (el 56% de los jóvenes en tratamiento comenzó a consumir a los 14 años de edad, y el 92% a los 18) y su relación con la disminución del coeficiente intelectual –principalmente con el uso crónico temprano-, y con la aparición de psicosis en jóvenes en riesgo.
Los autores del informe inciden en el período crítico que constituye la adolescencia, principalmente para el desarrollo de problemas de salud mental, advirtiendo, a modo de ejemplo, de una duplicación en el porcentaje de adolescentes diagnosticados con trastornos del estado de ánimo en la franja de edad entre los 13 y los 18, pasando de un 8,4% a un 15,4% respectivamente.
Especial mención hacen a los trastornos de ansiedad, siendo los trastornos de salud mental más comunes en la infancia y la adolescencia, y explican cómo pueden variar en función del momento del desarrollo en que se encuentren los menores: por ejemplo, las fobias y la ansiedad de separación afectarían principalmente a los más pequeños, mientras que la ansiedad social se desarrolla más tarde, a medida que las relaciones entre compañeros cobra más importancia.
Según manifiesta el informe, durante la adolescencia, un diagnóstico de TDAH suele asociarse a conductas impulsivas que pueden ser de riesgo.
Sin embargo, con el apoyo e intervención adecuados, los autores afirman que el TDAH tiene pocos efectos negativos en la edad adulta ("El 50% de los adolescentes diagnosticados con TDAH ya no presentará graves problemas emocionales o de conducta a los 20 años").
La adolescencia tardía y la edad adulta temprana son las etapas en que suelen iniciarse los trastornos psicóticos, incluyendo esquizofrenia y trastorno bipolar (“100.000 jóvenes cada año experimentan primer episodio de psicosis, con inicio entre los 15 y los 25 años de edad").
Si bien el tratamiento tradicional para trastornos psicóticos involucra sólo medicamentos, el informe recuerda que está demostrado que el tratamiento que incluye otros servicios -proporcionado dentro del plazo de dos años tras un primer episodio psicótico-, reduce el riesgo de episodios recurrentes en un 50%.
Un grave problema de salud pública a tener en consideración es el suicidio en la adolescencia (“5.000 adolescentes en los Estados Unidos mueren por suicidio cada año”). Según apuntan los autores del informe, si bien la depresión puede estar relacionada con el suicidio, la presencia de otros trastornos -como la ansiedad o el TDAH-, puede asociarse con un alto riesgo de conductas autolesivas y suicidio. A su juicio, para reducir la incidencia del suicidio adolescente es imprescindible comprender la progresión de los trastornos de salud mental en este período del desarrollo evolutivo, e identificar a los jóvenes en riesgo.
En este apartado, los autores lamentan el elevado porcentaje de adolescentes con trastornos de salud mental que no llegan a iniciar un tratamiento, exponiendo datos tan impactantes como los siguientes: “el 40% de los jóvenes con TDAH no reciben tratamiento; el 60% de los jóvenes con depresión no son tratados; el 80% de los jóvenes con un trastorno de ansiedad no son tratados”.
Asimismo, advierten de que muchos de los que comienzan un tratamiento de salud mental, no completan su curso de tratamiento. Estas estadísticas, en su opinión, son lamentables dado que “los tratamientos eficaces basados en la evidencia funcionan bien cuando se sigue el curso completo”.
Dada la dificultad que, en ocasiones, presentan los adolescentes para solicitar y adherirse a un tratamiento de salud mental, el informe dedica gran parte de este punto a los tratamientos más eficaces, y las intervenciones orientadas a fomentar su participación en el proceso de tratamiento.
A este respecto, subraya la eficacia –avalada por la evidencia- de la Terapia Cognitivo Conductual en una amplia variedad de trastornos de la salud mental en la adolescencia, poniendo de relieve una relación directamente proporcional entre el número de sesiones y el tamaño del efecto de la intervención.
Otras intervenciones recogidas por los autores son las siguientes:
La terapia dialéctica conductual (DBT): adaptación de la Terapia Cognitivo-Conductual diseñada para tratar a adolescentes y adultos jóvenes que presentan conductas suicidas, autolesiones, depresión y ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria, y abuso de drogas o alcohol, entre otros problemas.
La Psicoterapia interpersonal para adolescentes (IPT-A): orientada al abordaje de problemas comunes relacionados con las relaciones románticas, la comunicación con los padres y/o la interacción social eficaz con los compañeros.
La Exposición y Prevención de respuesta (ERP): eficaz ayudando a niños y adolescentes a afrontar los factores que desencadenan su ansiedad en pasos estructurados e incrementales y en un ambiente seguro.
La Terapia cognitivo-conductual enfocada en el trauma (TF-CBT): intervención específica a corto plazo, que consiste en la psicoeducación y la formación de los padres, quienes, junto al terapeuta, enseñan a los niños y adolescentes técnicas de relajación, modulación afectiva y habilidades cognitivas de afrontamiento.
La Terapia cognitivo-conductual para la psicosis (CBTP): cuyo objetivo no es cuestionarse la realidad de los delirios o alucinaciones, sino reducir el daño que estos pueden ocasionar. De este modo, la CBTP ayuda al adolescente que experimenta ideas delirantes y alucinaciones a cambiar su manera de pensar y responder a estas experiencias, haciéndolas menos angustiantes y dañinas.
El documento finaliza incidiendo en la necesidad de trabajar en el contexto donde los jóvenes pasan la mayor parte de su tiempo: la escuela Primaria, la escuela Secundaria y la Universidad. En esta línea, considera prometedoras las intervenciones en los centros educativos y los programas de alfabetización en salud mental. Partiendo de la premisa de que “la formación de expectativas positivas con respecto al tratamiento, mejora la cooperación de los adolescentes y, consecuentemente, los resultados”, los autores del informe ponen de manifiesto la eficacia de los programas implementados en los centros escolares, tanto en la disminución del estigma asociado a los problemas de salud mental, como en el aumento de conductas de búsqueda del tratamiento y mejora de síntomas tras la intervención.
El informe completo se encuentra disponible en la página Web del Instituto. Para acceder a la versión resumida del informe, pincha directamente a través del siguiente enlace:
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