Existen muchas cosas, externas e internas que pueden producirnos angustia, en sí, miedo. La forma de solucionar el problema es enfrentarnos a ellas, es decir, poner a prueba nuestra capacidad de afrontamiento y demostranos que "no pasa nada" o que "no era para tanto", y en última instancia, que somos capaces de soportarlo y seguir viviendo.
Veamos algunos ejemplos.
Tengo miedo de salir a la calle sin cepillarme los dientes. Es indudable que si poseemos este miedo, aparentemente simple, lo indicado sería hacer una prueba y ver qué pasa. No lavarnos la boca intencionadamente una mañana e ir a clase o a trabajar, o salir con otras personas. Al prinicipio notaremos malestar y tendremos la sensación de que los demás se dan cuenta. Las horas pasarán y observaremos que no sucede nada especial; eso nos relajará y nos ayudará a relativizar el "peligro". Si queremos podemos preguntar a alguien de confianza si ha notado algo raro en nosotros ese día, sin decirle el qué.
Tengo miedo a que en una conversación con otras personas se hable de un tema del que sepa poco o nada. En este caso nuestra exposición o afrontamiento será diferente a la anterior. Podemos comentar para que todos lo oigan que no sabemos nada del tema. Probablemente el mundo no dejará de girar sobre su eje, ni la tierra se abrirá a nuestros pies.
Tengo mucho miedo a cometer un error. Evidentemente no todos los errores son iguales, ni tienen el mismo valor. El problema surge cuando nuestro pánico está relacionado con cualquier error, sea el que sea, sin ponderación. Una posible intervención es cometer equivocaciones voluntarias en situaciones en que de algún modo se nos puede valorar (ojo, sin correr un riesgo para nuestra seguridad). De este modo comprobaremos la reacción de los demás y veremos que no suele suceder nada especial. Incluso se puede decir: "Me he equivocado", para que todo el mundo se entere.
Me aterra hacer el ridículo o que los demás se rían de mí. El miedo al ridículo es bastante común, nos falta espontaneidad y el suficiente sentido del humor como para reirnos de nosotros mismo. El trabajo con este miedo sería el de realizar alguna conducta que pudiera ser considerada "ridícula". Por ejemplo, llevar dos pendientes diferentes, unos pantalones de colorines muy llamativos, la camiseta al revés, contar un chiste malo, etc. Aunque los demás se rían, incluso aunque hagan comentarios burlones, si estamos seguros de nosotros mismos, sigue sin ocurrir ninguna tragedia.
Ya solo queda ponerse al trabajo y empezar a experimentar. Después nos sentiremos liberados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario