Pensar racionalmente para sentir de forma apropiada y actuar más funcionalmente de cara a conseguir las metas de vivir y ser felices, al máximo posible.
Interesarnos en primer lugar por uno mismo y poner los propios intereses, al menos un poco por encima de los de los demás.
Aceptarnos incondicionalmente, independientemente de la aprobación de los demás y de los logros que se alcancen.
Actuar ética y solidariamente, respetando y protegiendo los derechos de los demás.
Asumir la responsabilidad de nuestra propia vida ofreciendo simultáneamente tu cooperación con los demás.
Concedernos a nosotros mismos y a los demás el derecho a equivocarnos.
Pensar de forma flexible, estar abiertos al cambio y al pluralismo, no ser fanáticos. No tener reglas rígidas e invariables para uno mismo ni para los demás.
Aceptación de la incertidumbre: Aceptar la idea de que parece que vivimos en un mundo de probabilidad y azar, donde no existen las certezas absolutas.
Atreverse a intentar conseguir lo que se desea sin que importe demasiado el riesgo de fracasar.
Buscar la felicidad, pero siendo capaces de renunciar a una gratificación inmediata por obtener una mayor en el futuro.
Aceptar que nunca se consigue todo lo que se desea, ni tampoco se puede evitar todo el dolor; que no existe la perfección.
Auto-responsabilidad por los pensamientos, emociones y conductas propios, en vez de responsabilizar a otras personas o a la sociedad.
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