La psicología establece una diferencia entre temperamento y personalidad. El temperamento es heredado, es decir, tiene un origen biológico, está presente desde el nacimiento. La personalidad, en cambio, es el resultado de la interacción entre el temperamento y el ambiente. Es decir, el temperamento puede ser modificado por las experiencias y aprendizajes que una persona vive.
La estabilidad emocional es uno de los factores de personalidad más importantes. Explica la tendencia de algunas personas a ser más vulnerables a problemas de depresión y ansiedad cuando se encuentran con situaciones estresantes. Se ha relacionado con una mayor o menor satisfacción en las diversas áreas de la vida.
La mayoría de las personas suelen situarse en un nivel intermedio, en un continuo que va desde una alta estabilidad emocional hasta un alto grado de inestabilidad emocional.
Aunque el grado de estabilidad emocional de una persona suele mantenerse constante a lo largo del tiempo, no es raro que haya etapas de mayor o menor estabilidad, en función de las experiencias vividas y el estrés al que una persona se encuentre sometida.
Las personas con una alta estabilidad emocional tienen un mayor control de sus emociones y no se ven afectadas con facilidad por los problemas o reveses de la vida. Sus emociones son más estables, tienen un enfoque realista de la vida, son pacientes, tranquilas y perseverantes. Son personas con una buena capacidad para manejar sus emociones y planear su vida, resistir sus impulsos y funcionar de una manera flexible y a la vez controlada. Saben afrontar la realidad sin huir de ella.
Aunque puedan sentirse mal ocasionalmente, por lo general suelen estar libres de emociones negativas persistentes. Cuando experimentan un nivel de estrés considerable y, por tanto, emociones negativas más intensas, son también capaces de manejarlas sin dejarse llevar por ellas y reponerse con facilidad.
La persona con una baja estabilidad emocional tolera mal la frustración o el estrés. No es capaz de funcionar de manera adaptativa cuando las condiciones de su vida no son totalmente satisfactorias y ante los reveses reacciona con intensas emociones negativas, como ansiedad, tristeza, ira o culpa. Sobredramatiza, se preocupa en exceso, es impulsiva, impaciente y ansiosa. Le cuesta afrontar el estrés, tomar decisiones o resolver problemas, pues se siente abrumada por ello.
Las personas emocionalmente inestables tienen una mayor probabilidad de ver las situaciones ordinarias como amenazantes y las pequeñas frustraciones de la vida diaria las interpretan como difíciles, irresolubles o catastróficas. Sus reacciones emocionales negativas tienden a persistir durante mucho tiempo.
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