El bienestar psicológico es como una escalera con muchos
escalones que hay que subir poco a poco. Cada persona puede y debe construir su propia escalera, con sus escalones particulares, cada uno de ellos con su nivel de agrado o satisfacción. No
tenemos por qué recorrerlos todos e incluso podemos prescindir de algunos de ellos, eso
depende de nuestro criterio personal y de nuestra experiencia.
A continuación exponemos algunos de esos escalones que a una gran variedad de personas les ha hecho sentirse bien.
A continuación exponemos algunos de esos escalones que a una gran variedad de personas les ha hecho sentirse bien.
Las interacciones sociales —la amistad— facilitan el apoyo
mutuo y nos permiten realizar intercambios positivos, sean estos solidarios,
íntimos o de ocio. Nos sirven también para contrastar nuestra forma de
interpretar la vida al ponerla en común con otras personas. A partir de ahí
podemos reafirmarnos en nuestros postulados o hacer cambios en ellos. El
individuo se disuelve en lo colectivo sin perder de vista sus intereses. Lo
colectivo nos hace fuertes y refuerza nuestra riqueza interior. Si las
interacciones presentes no satisfacen nuestras necesidades, siempre podemos
buscar otras nuevas que sean afines con nuestra filosofía de vida.
Aprender de aquellas decisiones que no ofrecen los
resultados esperados, es decir, de los llamados «errores». Cuando algo no
nos sale bien sentimos frustración. Ante esta reaccionamos de diversas maneras:
auto agrediéndonos, agrediendo a otros o evadiéndonos del problema. Cualquiera
de las tres opciones nos produce inestabilidad emocional y nos impide avanzar.
Es interesante sobreponernos lo antes posible a la frustración y limitarnos a
analizar el resultado de nuestra decisión y después, o bien cuestionarla o bien
reformarla, y, por supuesto, tomar una nueva decisión. Tenemos que cultivar la
paciencia y la constancia en la persecución de nuestros objetivos. Asumiendo
que en ocasiones no se puede lograr todo lo que nos proponemos.
Aceptar los hechos tal y cómo vienen y centrar la vida en los aspectos
agradables. Por supuesto no podemos taparnos los ojos ante la
injusticia, la pobreza y el dolor, pero a pesar de ellos debemos seguir
adelante con los recursos que poseemos.
Practicar la solidaridad nos hace sentirnos mejor aparte de que
mejora nuestras interacciones personales y nos aproxima colectivamente a ese «bien
común» que debería ser la felicidad. Alguien dijo que no podría ser nunca
plenamente feliz mientras existiera una sola persona en el mundo que padeciera
la injusticia y la opresión.
En esta sociedad de consumo es muy común centrar los logros
en el consumo o en la persecución de ascensos sociales que no siempre dependen
de nosotros y que con el tiempo se demuestran superfluos. Una buena forma de
trabajar en nuestra felicidad es potenciar nuestra creatividad,
potenciando actividades que dependen solo de nosotros mismos y que muy bien
podemos compartir con otros. Así nuestra autoestima saldrá reforzada.
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