En los últimos años se ha constatado un incremento de los casos de insatisfacción o preocupación corporal excesiva en edades cada vez más tempranas. En general, los resultados hallados indican que las mismas variables asociadas a la preocupación por la imagen corporal y a los problemas de alimentación en adolescentes y adultos jóvenes, aparecen también asociadas en niños preadolescentes de entre 8 y 12 años con problemas alimentarios y de imagen o insatisfacción corporal.
Entre los factores relacionados con los problemas de la alimentación y de insatisfacción corporal en niños destacan la edad, la etnia, el índice de masa corporal, el autoconcepto y el rol que juegan los familiares y los otros niños. El incremento de la insatisfacción corporal y la preocupación por la alimentación en la infancia, plantea algunas cuestiones para la investigación en este campo. Por ejemplo, dónde, cómo, cuándo y por qué los niños desarrollan esta preocupación por la imagen corporal y por la alimentación. La evidencia científica constata que los niños, y especialmente las niñas, aprenden de sus familias, a través de los medios de comunicación y en la escuela con sus compañeros, los valores sobre la apariencia y la importancia de ésta en la sociedad. Entre los factores que parecen incidir más en el origen y desarrollo de la preocupación por la propia imagen y por la alimentación en niños y niñas destacan: a) las burlas por parte de otros niños (en ocasiones motivo de acoso escolar), b) la interacción e intercambio de opiniones e información de los niños y niñas con sus semejantes sobre temas de peso, dietas y alimentación, y c) la influencia del entorno familiar, sobre todo en aquellas áreas que adquieren importancia durante el periodo de desarrollo preadolescente, cómo son la imagen corporal, objetivos, vocaciones y actitudes sexuales.
En síntesis, las investigaciones recientes que han abordado el origen y desarrollo de los problemas de la alimentación en niños, destacan una serie de factores o componentes críticos. Por un lado, los factores biológicos como la edad, el sexo, la etnia y el índice de masa corporal; por otro -y relacionados directamente con los anteriores- los factores culturales y psicológicos, entre los que destacan especialmente el autoconcepto, la autoestima y el papel preponderante de los familiares y semejantes, que son los que delimitan el contexto de relaciones sociales del niño.
Desde una perspectiva de género, otro factor importante a destacar son las presiones sociales sobre el aspecto y la imagen corporal que pueden llegar a ejercer lo que se ha denominado violencia de género, entendida en un sentido más amplio, como la violencia que ocurre cuando se vulnera la integridad emocional de una persona por no apegarse al estereotipo tradicional esperado y que se experimentaría en edades tempranas. Algunos de los factores desencadenantes de este tipo de violencia son los criterios y valores estético-culturales relativos al cuerpo femenino y/o masculino, influidos por la moda de la delgadez. El cómo me ven los demás se equipara al cuánto valgo, a la aceptación social y a la sensación de pertenencia a un grupo; la ropa se diseña y se anuncia para siluetas perfectas y pocas personas logran sustraerse a ello. Incluso los estereotipos de belleza infantil, fundamentalmente femeninos, se pueden trasmitir de esta forma a través de algunas muñecas y juegos infantiles que explotan estereotipos de esbeltez excesiva y marcadamente sexuados.
El trabajo realizado conjuntamente por nuestro equipo de investigadores de la Universidad de Gerona y de la Universidad Nacional Autónoma de México con muestras de niños y niñas preadolescentes de entre 8 y 12 años, aporta algunas evidencias más a lo expuesto hasta ahora.
En primer lugar, tanto en los niños como en las niñas de la muestra estudiada, un mayor índice de masa corporal se asocia a una menor autoestima corporal. En niñas, una menor masa corporal se relaciona con un mayor control sobre la dieta.
En segundo lugar, las niñas optan por una imagen futura (qué figura les gustaría tener de joven) bastante más delgada que la elegida por los niños, aunque ambos seleccionaron como imagen futura unas siluetas que se sitúan por debajo del valor medio de la escala de peso normal. Las niñas prefieren una imagen ideal (qué figura les gustaría tener) más delgada de la que creen que tienen en la actualidad (un 39,8% sobre el total de la muestra).
En tercer lugar, los niños también muestran preferencias por un ideal más delgado; un 34,5% elige una figura representativa de su yo ideal más delgada que la imagen de su yo real (qué figura creen que tienen en la actualidad).
Finalmente, los niños con edades comprendidas entre los 8 y 10 años, con un mayor riesgo de presentar trastornos en su conducta alimentaria serían niños con: a) un bajo nivel de autoestima y con una discrepancia positiva entre la imagen real e ideal; es decir, menores que desean estar más delgados de lo que creen que están en realidad y b) con una discrepancia negativa entre la imagen real y imagen social; es decir, niños que creen que son vistos por los demás como más gordos o corpulentos de lo que creen que están en realidad.
En resumen, se constata una tendencia hacia la delgadez en preadolescentes de ambos sexos que tienen un peso normal para su edad. Se destaca que esta tendencia puede favorecer la aparición precoz de trastornos de la conducta alimentaria o bien un peor pronóstico en la adolescencia. También se constata el hecho de que la insatisfacción y preocupación por el propio cuerpo son ya detectables antes de la pubertad.
Estos resultados tienen ciertas implicaciones para los programas de prevención, ya que las intervenciones dirigidas a potenciar la autoestima de los preadolescentes y a disminuir las discrepancias entre la imagen real e ideal y entre la imagen real y social, estarían modificando los factores que están asociados a un mayor riesgo de desarrollar trastornos de la imagen corporal y, en consecuencia, de trastornos de la conducta alimentaria.
Este trabajo se basa en el artículo aparecido en la revista Psicothema: de Gracia, M., Marcó M. y Trujano, P. (2007). Factores asociados a la conducta alimentaria en preadolescentes, Psicothema, 19 (4), 646-653.
FUENTE: Infocop
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