Mostrando entradas con la etiqueta Fobia social. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Fobia social. Mostrar todas las entradas

lunes, 6 de julio de 2020

¿Cuál es el papel del entrenamiento en habilidades sociales en el tratamiento del trastorno por ansiedad social en adolescentes?


Pablo J. Olivares-Olivares
Universidad de Murcia

La fobia social es el trastorno psicológico de ansiedad con mayor tasa de prevalencia. Es por tanto un problema de salud pública grave, no solo por su tasa de prevalencia si no por la elevada interferencia que produce y la gran comorbilidad que presenta con otros trastornos de ansiedad y del estado de ánimo, así como con el abuso de sustancias tóxicas. Esta casuística llevo al profesor José Olivares y a su equipo de investigación a desarrollar el programa de intervención IAFS (Programa para la Intervención en adolescentes con fobia social; Olivares, 2005; Olivares y García-López, 1998), el cual ha mostrado reiteradamente su eficacia en el tratamiento de adolescentes con fobia social generalizada. El programa de intervención ha sido sometido a diferentes tipos de análisis como el desmantelamiento de sus componentes o el conocimiento de las variables mediadoras y moderadoras del cambio terapéutico.

Dentro del contexto descrito anteriormente, el trabajo que nos ocupa tuvo como objetivo aportar evidencia respecto del papel que desempeña el entrenamiento en habilidades sociales (EHS) en el tratamiento de adolescentes con fobia social generalizada.

Hasta la fecha no hay estudios que demuestren la eficacia de este conjunto de técnicas en población infanto-juvenil con trastorno por ansiedad social. Esta fue la motivación principal que llevó a los autores a la búsqueda de evidencia empírica al respecto.

La investigación se desarrolló con población comunitaria, dentro del Programa para la detección temprana e intervención en adolescentes con fobia social generalizada que se desarrolla en el marco de la Unidad de terapia de conducta (UTECO), de la Facultad de Psicología de la Universidad de Murcia.

Los resultados obtenidos mostraron que tanto el programa IAFS original (con EHS) como la versión sin EHS (IAFS-R) fueron relevantes (d> .20). En la comparación prestest-postest, los tamaños del efecto alcanzados con el IAFS fueron mayores que los que se alcanzaron con el IAFS-R, salvo en la variable “autoestima" (Rosenberg, 1965); en el resto de comparaciones temporales la tendencia de este factor se invierte. En el seguimiento a los 12 meses la superioridad de la versión completa del programa de tratamiento (IAFS) se confirma frente a la del IAFS-R porque todos los tamaños del efecto le son relevantes y favorables.

Respecto al papel del EHS los datos revelan la importancia que tiene como variable protectora, reduciendo notablemente los abandonos que se producen a lo largo de la aplicación del programa. El grupo IAFSR tuvo una tasa de abandono del tratamiento que multiplicaba por seis a la del grupo tratado con el IAFS. Ambos grupos estaban equiparados en todas las variables cuantificadas en el pretest salvo en lo relativo a las expectativas de resultado hacia el tratamiento (ER).

Tanto el factor ER como el EHS se muestran muy relevantes en la predicción del éxito terapéutico. Se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre los participantes que completaron el tratamiento y los que no lo hicieron. Además, las ER se asociaron con una probabilidad mayor de superar el TAS, incluso en las peores condiciones de intervención (IAFS-R).

Los datos muestran que el EHS puede estar actuando como un catalizador que facilita la actuación/relación con los demás en las situaciones temidas/evitadas. Desde nuestro punto de vista, este componente del entrenamiento media graduando de una forma progresiva y sutil el impacto que produce la aplicación del principio de exposición tanto durante su entrenamiento como en su aplicación en el marco de las “tareas para casa”. Por lo tanto, produciría en los adolescentes la percepción de un contexto menos aversivo, más amable y seguro. Además, la aplicación durante el entrenamiento y en las “tareas para casa” de las habilidades sociales de modo gradual también facilitaría la generalización de su aplicación a contextos naturales en los que la incertidumbre se incrementa y el control sobre la situación se reduce. Esto explicaría por qué los participantes continuaron aplicando y mejorando los resultados de su aprendizaje después de terminado el tratamiento.

A pesar de que los mejores resultados a nivel clínico y estadístico se obtienen con el programa IAFS que incluye EHS, los ingredientes activos principales en ambas versiones de la intervención (IAFAS e IAFS-R) siguen siendo las técnicas derivadas del principio de exposición. Esta sería la causa de que ambas versiones del tratamiento produzcan buenos resultados. A pesar de que el EHS no puede considerarse determinante por esta razón, sí que estamos en disposición de afirmar que juega un papel necesario y muy positivo en el tratamiento de adolescentes con TAS severo. Por esta razón es conveniente la generalización de su uso en las intervenciones de esta naturaleza en población adolescente.
El estudio planteado en esta exposición, se encuentra disponible a través del siguiente enlace:

Olivares-Olivares, P.J., Ortiz-González, P.F. y Olivares, J. (2019). Role social skills training in adolescents with social anxiety disorder. International Journal of clinical and health psychology, 19, 41-48.
Pablo José Olivares Olivares es doctor en Psicología, Licenciado en Psicología por la universidad Miguel Hernández y en Biología por la Universidad de Murcia, profesor asociado del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Murcia y, desde el año 2014 hasta el 2018 de la Universidad Internacional de Valencia. Es miembro del grupo de investigación E-069-02 Psicología clínica y de la salud y de la Unidad de Terapia de Conducta de la Facultad de Psicología de la Universidad de Murcia. Cuenta con amplia experiencia en el campo aplicado de la Psicología clínica y de la salud.

FUENTE: INFOCOP

lunes, 29 de diciembre de 2014

Característica de los adolescentes con Fobia Social


Desde 1998, un grupo de profesores de la Universidad de Murcia, dirigido por el Profesor Olivares, inició una línea de investigación acerca de la evaluación y el tratamiento de la fobia social en niños y adolescentes. El proyecto inicial se situó en el marco teórico de la Psicología Conductual Comunitaria, dentro del Programa para la Detección e Intervención Tempranas de Adolescentes con Fobia Social. Desde ahí, su tarea investigadora ha sido imparable hasta el momento actual, siendo varios los proyectos subvencionados y numerosos los artículos, libros y capítulos de libro que la refrendan.

La Fobia Social se caracteriza por un "un miedo persistente y acusado a situaciones sociales o actuaciones en público por temor a que resulten embarazosas" (APA, 2000). Aunque la ansiedad social está presente en todos los problemas de ansiedad, la fobia social se distingue de los otros trastornos por el miedo y la evitación de un mayor número de situaciones interpersonales, que suponen el componente nuclear de este cuadro clínico, y por la mayor interferencia de los temores sociales en la vida cotidiana de los pacientes.

El trastorno presenta un curso crónico e interfiere tanto en el rendimiento escolar, como en el desarrollo y el funcionamiento individual.

Sus consecuencias en el proceso de adaptación del adolescente son graves; así, podemos destacar el bajo rendimiento académico y el abandono escolar, el desarrollo de otros trastornos de ansiedad y del estado de ánimo o el inicio en el consumo de alcohol u otras sustancias tóxicas. Tampoco podemos olvidar que su persistencia también conlleva la consolidación y generalización de sus efectos en la vida adulta, con el consiguiente sufrimiento para el sujeto y la familia, los efectos que generan el progresivo aislamiento del grupo cultural de referencia, de las relaciones sociales y laborales (en su caso) o la dependencia económica de la familia, que muchas veces contribuye de forma decisiva a que el sujeto desarrolle un cuadro depresivo grave y a los intentos de suicidio.

El niño o adolescente con fobia social suele presentar miedo a hablar, a leer, a comer, a escribir en público, miedo a jugar, a usar servicios públicos, a hablar a figuras de autoridad y a relacionarse en situaciones formales. Las reacciones emocionales desadaptativas suelen ser severas e incluyen dolor de cabeza y de estómago, ataques de pánico ocasionales, llantos, respuestas de escape y evitación, etc. Los casos más tempranos que cumplen los criterios para el diagnóstico del trastorno presentan una edad que se sitúa entre los 8 y los 12,3 años, encontrándose el mayor número de casos entre los 14 y los 16 años en los estudios epidemiológicos realizados.

Este constructo ha cambiado de forma significativa desde su primera inclusión como entidad diagnóstica en el DSM-III hasta el momento actual, fundamentalmente en el sentido de considerar dos tipos de fobia social: específica o generalizada. Según el DSM-IV, la fobia social puede estar referida a estímulos muy específicos (comer, beber, hablar en público, escribir delante de otros, etc.) o presentarse de forma generalizada ante la gran mayoría de situaciones sociales.

En la población adolescente, el estudio de la problemática planteada por la delimitación de los subtipos se halla en sus inicios, no habiéndose realizado ninguno con población española.

La falta de una delimitación operativa de los subtipos, y su correspondiente fundamentación empírica, no sólo da lugar a una amplia variedad de interpretaciones, sino que también dificulta las comparaciones entre los trabajos realizados. Todo ello nos llevó a plantearnos el estudio de las características sociodemográficas y clínicas en una muestra de adolescentes españoles, prestando especial atención a su concreción en función de los subtipos (Fobia Social específica –FSE- y Fobia Social Generalizada -FSG). Esperábamos corroborar que las distinciones mantenidas por la APA (2000) entre éstas, resultaban útiles para generar grupos homogéneos en adolescentes, que permitieran incrementar la especificidad diagnóstica y, en consecuencia, contribuyeran a mejorar tanto el pronóstico del curso del trastorno, como el diseño y la selección de tratamientos específicos en esta población.

Los resultados del mismo indicaron que en relación con la prevalencia de la fobia social en función del género, el número de chicas que cumplieron los criterios para el diagnóstico del subtipo FSG fue significativamente mayor que el de chicos. En un análisis más pormenorizado se observó que, en esta relación, las adolescentes con FSG de nuestro estudio eran más del doble que los chicos (el 63% frente al 28%) y presentaban en mayor número FSG que FSE (el 63% frente al 37%), contrariamente a lo que parecía ocurrir en los chicos (el 28% para el caso de FSG frente al 72% para la FSE). 

Respecto a la edad media de inicio y la cronicidad del trastorno, nuestros datos mostraron una edad media de inicio temprana (9.53 años: 9.50 para la FSE y 9.56 para la FSG), si bien no encontramos diferencias significativas respecto a la distribución por sexo y subtipo. Así mismo, pudimos identificar dos momentos evolutivos que se muestran especialmente relevantes para diseñar intervenciones con carácter preventivo o de detección e intervención temprana, dado que en ellos sitúan la edad de inicio el 57,49% de los adolescentes: 25.83% entre los 3-6 años y 31.66% entre los 12-15 años.

Pero pese a todo ello, son muy pocas las personas con fobia social que solicitan ayuda especializada. Por esto es preciso poner en marcha estrategias que permitan su detección y tratamiento temprano, a fin de eliminar o reducir, en su caso, el sufrimiento y los efectos negativos que conlleva su consolidación y generalización a un número cada vez mayor de situaciones y actividades sociales.

Nuestro equipo ha elaborado dos manuales dirigidos a ayudar a quienes trabajan y/o conviven con adolescentes que padecen este problema (Olivares, Rosa y García-López, 2004; Olivares, 2005). Son fruto de varios años de trabajo incansable, con la finalidad de profundizar más en este trastorno y ayudar a eliminar, en la medida de lo posible, el sufrimiento de los que inician su andadura en este mundo: nuestros niños y/o adolescentes

Referencias bibliográficas

American Psychiatric Association. (2000). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (cuarta edición, texto revisado). Washington, DC: APA

Olivares, J. (Dir. y coord.) (2005). Programa IAFS. Protocolo para el tratamiento de la fobia social en adolescentes. Madrid: Pirámide.

Olivares, J., Rosa, A. I. y García-López (2004). Fobia social en la adolescencia. El miedo a relacionarse y a actuar ante los demás. Madrid: Pirámide.

La investigación original a la que hace referencia este artículo puede encontrarse en la revista Psicothema: Olivares, J., Piqueras, J.A y Alcázar, A.I. (2006). Características psicológicas y sociodemográficas. Los subtipos de la fobia social en una muestra de adolescentes. Psicothema,18 (2),207-212.

FUENTE: INFOCOP