Mostrando entradas con la etiqueta Muerte digna. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Muerte digna. Mostrar todas las entradas

lunes, 6 de marzo de 2023

Cómo cuidar a las personas en el proceso de morir

 

“Es preciso recordar que las personas que se encuentran en la fase final de su vida, en su proceso de morir, presentan cuatro tipos de necesidades que precisan ser atendidas por quienes les cuidamos: las necesidades físicas o biológicas, las necesidades emocionales o psicológicas, las necesidades sociales o familiares y las necesidades espirituales o trascendentales. Estas cuatro necesidades deben ser satisfechas para conseguir morir bien, para morir en paz y con dignidad”. Así lo explica la guía Cuidar a las personas en el proceso de morir, publicada por la Fundación San Juan de Dios, con el objetivo de proporcionar pautas y recomendaciones sobre los cuidados que pueden prestar a una persona que se encuentra en el final de su vida.

La guía, especialmente dirigida a los familiares y cuidadores, aborda cuestiones asociadas a la humanización de la asistencia a través de la visión del enfermo como una persona con necesidades, el acompañamiento en el proceso de morir, la importancia del contacto físico, la escucha , cómo responder a sus preguntas sobre la muerte, la empatía, los cuidados paliativos o las necesidades del enfermo y de la familia durante el proceso.

Asimismo, la guía incluye un decálogo para cuidar bien al final de la vida, que se recoge a continuación:

1. Tratar al enfermo como un ser humano hasta el momento de su muerte. Y que no solo se le contemple como una estructura biológica, sino que además se tenga en cuenta su dimensión emocional, social y espiritual.

2. Que se le permita al enfermo expresar sus propios sentimientos y emociones sobre su forma de enfocar la muerte.

3. Que se le permita al enfermo participar en las decisiones que incumban a sus cuidados.

4. Que no se le deje morir solo, abandonado por sus seres queridos ni por los profesionales.

5. Que se responda a sus preguntas con sinceridad, que no se le engañe.

6. Que se le respete su individualidad y no se le juzgue por sus decisiones, aunque sean contrarias a las de quienes le atiendan.

7. Que le cuiden personas solícitas, sensibles y entendidas, intentando comprender sus necesidades y que, además, sean capaces de obtener satisfacción del hecho de ayudarle a afrontar la muerte.

8. Que quien le cuide al final de la vida lo haga como le gustaría que le cuidaran a él cuando llegue su momento.

9. Que no le precipiten deliberadamente su muerte, pero que tampoco prolonguen innecesariamente su agonía, sino que le ayuden a no sufrir mientras llegue su muerte.

10. Y que se atienda a sus seres queridos después de su muerte, para aliviar su pena.

Se puede descargar la guía en el siguiente enlace:

Cuidar a las personas en el proceso de morir

fuente: infocop


lunes, 8 de agosto de 2016

Morir rabiando


Por desgracia estoy segura de que muchos de los que me estáis leyendo habéis tenido que sobrellevar la muerte de alguien muy querido. A veces los fallecimientos son repentinos, pero lo habitual es tener que acompañar a la persona amada en la lenta y amarga travesía del desfiladero. En ocasiones, ese tránsito final es un martirio. Lo he vivido de cerca. Cuando busqué, desesperada, los cuidados paliativos que te ofrecía el sistema, resultó que tardaban bastante tiempo en llegar, que después de todo no eran tan paliativos y que no funcionaban ni en los fines de semana ni en las fiestas, como si los agonizantes no tuvieran el derecho de agonizar en esos días. En mi total congoja, cuando cada hora que pasaba era un sufrimiento, acerté a llamar a la asociación DMD, Derecho a Morir Dignamente. Vino un médico, nos habló, nos tranquilizó, nos ayudó. Desde que llegó a casa, como un ángel de luz, mi querido enfermo pudo descansar. Y empezó ese tiempo raro y dulce de los últimos momentos, cuando el amado ya no sufre y la Muerte anda merodeando por la casa con pies de algodón. Gracias a la sedación paliativa, falleció dos días después serenamente. No nos cobraron ni un solo euro. Nunca podré agradecérselo lo suficiente. Desde entonces pertenezco a DMD, porque quiero que todas las personas, incluida yo misma, podamos tener acceso a ese sosiego final.

Pues bien, ese médico, ese ángel, Fernando Marín, ha sido recientemente perseguido por la Fiscalía de Avilés, junto a Mercedes Caminero, una pobre voluntaria de la asociación a la que incomprensiblemente también acusaron, y a Fernando Acquaroni, que buscaba ayuda para un hermano agonizante, de la misma manera que yo la busqué para mi enfermo. Como Fernando Marín no estaba en Madrid, le pidió a la voluntaria que mandara por correo a Acquaroni la medicación del protocolo de la sedación paliativa, y el envío fue interceptado en Correos. Por todo esto les abrieron a los tres un proceso; para colmo añadieron el suicidio de una mujer a la que los imputados nunca conocieron (quien le facilitó la sustancia letal fue otra persona, también fallecida, que traicionó a la DMD). A Fernando, Mercedes y Acquaroni se los acusó de dos delitos de cooperación al suicidio y un delito contra la salud pública y les pidieron seis años y cinco meses de prisión. Aunque se saben inocentes, como la ley es tan ambigua y los prejuicios sociales tan complejos, decidieron no correr riesgos inútiles y aceptar dos años de condena, sin ingreso en prisión. El hermano de Acquaroni estaba tan terminal que el pobre murió (sufriendo y sin ayuda) tan sólo 24 horas después del momento en que hubiera recibido los fármacos. Me espeluzna pensar que yo misma podría haber ocupado el lugar de Acquaroni, y todo porque existe una confusión monumental entre el suicidio, la eutanasia y la sedación paliativa. Esta última es totalmente legal, pero, como se ha visto en el caso de Avilés, pueden retorcer las circunstancias hasta meterte en la cárcel.

Pero, como dice Marín, lo más triste de todo es que esta condena suya va a hacer que la situación retroceda aún más y que muchos médicos, aun sabiendo que la sedación paliativa es legal, no se atrevan a administrarla. Puede que nuestros seres queridos, nuestros padres, hermanos, cónyuges, amigos, tal vez hijos, mueran rabiando y en el abandono terapéutico. Puede que nosotros mismos tengamos que enfrentarnos a un calvario. ¿Y en razón de qué? ¿Cuáles son los fanáticos dogmas religiosos que nos ordenan acatar este tormento? ¿Por qué mi vida civil la regula un Dios? Además, si ese Dios es amor, como decía san Agustín (“En el atardecer de la vida te examinarán de amor”), estoy segura de que no podría querer esto.

Nuestro país precisa urgentemente un pacto social sobre la eutanasia, la ayuda al suicidio y la sedación paliativa. Un acuerdo que vaya más allá de la mugre sectaria partidista, porque estamos hablando de algo demasiado esencial como para que permitamos que lo manipulen los políticos. Necesitamos una ley que regule la eutanasia y que impida todo tipo de excesos, por supuesto. Y entre los excesos incluyo esta kafkiana persecución de la Fiscalía de Avilés y esta condena.

POR Rosa Montero

Nació en Madrid en 1951. Estudió periodismo y psicología. Escribe en El País casi desde su fundación. En 1997 ganó el premio Primavera de Novela por ‘La hija del Caníbal’ y en 2005 recibió el premio de la Asociación de la Prensa de Madrid a su vida profesional.