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lunes, 24 de febrero de 2025

Personalidad y trastornos mentales: ¿qué hay tras esta relación?

Un artículo publicado en la revista Psicothema profundiza en por qué ciertos rasgos de personalidad predicen la aparición de trastornos mentales. ¿Qué procesos se ponen en marcha para que se dé esa relación? Para ello pone en relación esos rasgos con tres variables que la investigación ha relacionado en múltiples ocasiones con los trastornos mentales: intolerancia a la incertidumbre, sensibilidad a la ansiedad y metacognición.

Tal y como afirman los autores y las autoras, es el primer estudio que pone en relación estas variables con estos rasgos, y esperan que anime a futuras investigaciones a explorar cuáles son los factores de riesgo y de protección detrás de los rasgos de personalidad.


Fuente: pexels. Foto: Andrea Piacquadio. Fecha: 03/02/2025
¿Qué es el modelo Big Five de personalidad?

Para los rasgos de personalidad se ha escogido el modelo Big Five porque, según el análisis realizado por los autores y las autoras, es el que cuenta con mayor respaldo científico y puede considerarse una taxonomía adecuada para describir esos rasgos. Como su nombre indica, se basa en cinco factores:Apertura a la Experiencia (factor O: openness). Se refiere al grado con el que buscamos nuevas experiencias, físicas o mentales, y con el que imaginamos un futuro flexible, más allá de lo rutinario o tradicional.Responsabilidad (factor C: conscientiousness). Se relaciona con la capacidad para enfocarnos hacia nuestras metas y mantener la disciplina necesaria para alcanzarlas.Extraversión (factor E: extroversion). Las personas con alta extraversión se sienten más cómodas en ambientes de mayor estimulación, contextos donde hay más personas con las que relacionarse. En el polo opuesto, las personas introvertidas se sienten mejor en ambientes más reducidos.Amabilidad (factor A: agreeableness). Se refiere al grado con el que una persona tiende a relacionarse con conductas prosociales: apoyo, tolerancia, interés por los demás, respeto…Neuroticismo (factor N: neuroticism). Se relaciona con la capacidad para afrontar con calma las dificultades del día a día; lo contrario sería la inestabilidad emocional ante los problemas cotidianos.

Las tres variables elegidasLa intolerancia a la incertidumbre. El artículo la entiende de dos formas: a) la tendencia a considerar que la sola posibilidad de que ocurra algo negativo es ya una amenaza inaceptable, aunque sea improbable que suceda; b) la incapacidad para tolerar el malestar que conlleva la falta de información o certeza sobre una situación.

La sensibilidad a la ansiedad. Miedo a experimentar el malestar derivado de la ansiedad por considerarlo una amenaza, es decir, creer que el malestar portará consecuencias físicas, psicológicas o sociales negativas.

Metacognición. Hace referencia a la capacidad para darnos cuenta y conocer nuestros propios procesos cognitivos.

Salvo en metacognición, se encuentran relaciones, fundamentalmente, con la inestabilidad emocionalEl estudio encuentra relaciones directas entre el factor neuroticismo y dos de las tres variables elegidas: la intolerancia a la incertidumbre y la sensibilidad a la ansiedad (por este orden de importancia); con la metacognición no hay relación significativa.La intolerancia a la incertidumbre también se relaciona, aunque en menor grado, con la extraversión y la amabilidad (es una relación inversa: a mayor extraversión y amabilidad, menor intolerancia a la incertidumbre).

En un segundo estudio, la investigación profundiza en los seis aspectos del neuroticismo contemplados en el Big Five: ansiedad, depresión, ansiedad social, hostilidad, vulnerabilidad, impulsividad. Ahí se encuentran nuevas relaciones:Intolerancia a la incertidumbre con todas las dimensiones, salvo la impulsividad.Sensibilidad a la ansiedad con todas las dimensiones, aunque con menor relación que la intolerancia a la incertidumbre.

Intervenir en la tolerancia a la incertidumbre y la sensibilidad a la ansiedad es más fácil que abordar la personalidad

Gracias a esta investigación, podemos afirmar que detrás de los rasgos de personalidad existen procesos psicológicos relacionados con ellos. Estos procesos podrían estar detrás de que ciertos rasgos de personalidad se asocien a trastornos mentales. La tolerancia a la incertidumbre cumple un importante papel en casi todas las dimensiones de la inestabilidad emocional, y también se relaciona con la menor extraversión y menor amabilidad. En segundo lugar, la sensibilidad a la ansiedad también adquiere relevancia en la inestabilidad emocional, sobre todo, si tenemos en cuenta que se relaciona con todas las dimensiones de la inestabilidad. Estos hallazgos proyectan una serie de riesgos y protecciones para la salud mental que son más fáciles de abordar en una intervención que los rasgos de personalidad.

Finalmente, se recomienda que nuevas investigaciones indaguen en muestras de diferentes culturas y usen estudios longitudinales.

Para ver la investigación pincha en aquí o en la página de la revista:

Altungy, P., Liébana, S., Navarro-McCarthy, A., Sánchez-Marqueses, J. M., García de Marina, A., Sanz-García, A., … & Sanz, J. (2025). What Lies Beyond Personality Traits? The Role of Intolerance of Uncertainty, Anxiety Sensitivity, and Metacognition.

martes, 14 de mayo de 2024

La personalidad humana puede regular la expresión genética, según un estudio

La personalidad modula la plasticidad neuronal, el desarrollo y el cambio epigenético, para coordinar los cambios adaptativos en la expresión génica y la epigénesis.

Esta es una de las principales conclusiones de un estudio internacional liderado por investigadores del Instituto Andaluz Interuniversitario de Investigación en Ciencia de Datos e Inteligencia computacional (DaSCI), el departamento de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial de la Universidad de Granada (UGR), y el Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada (ibs.Granada), en colaboración con el profesor Robert Cloninger (Universidad de Washington en St. Louis), e investigadores del Baylor College of Medicine (Texas,USA) y del Young Finns Study (YFS, Finlandia).

Especialistas en Psicología, Genética, Medicina y Ciencias de la Computación han analizado el modo en que la personalidad de un individuo y su perspectiva de vida subyacente regulan la expresión de sus genes y han estudiado la transcripción de todo el genoma en relación con la personalidad humana.

El estudio parte de la evidencia de que los genes no funcionan de forma aislada, sino que forman vastas y complejas redes de procesamiento de información de genes, proteínas y moléculas pequeñas que interactúan entre todas ellas. En los seres humanos, estas redes están autoorganizadas como módulos funcionales especializados que interactúan de forma colaborativa, activándose y desactivándose entre sí, para adaptarse a los cambios en las condiciones internas y externas. Esta retroalimentación recíproca coordina la transferencia de información, promoviendo así “el desarrollo saludable y la longevidad de una persona a pesar de los factores estresantes”.



Fuente: freepik. Foto: freepik. Fecha: 05/04/24

Fuentes de evidencia de la compleja regulación de la expresión genética

Estos módulos interactivos reúnen múltiples y diversas moléculas y, frecuentemente, multifuncionales, que permiten la aparición de nuevas funciones cuando operan conjuntamente. A su vez, diferentes módulos con funciones distintas pueden interactuar entre sí para formar redes coordinadas de procesamiento de información que permitan respuestas integradas a condiciones cambiantes de manera flexible, eficiente, colaborativa y abierta. Ante esto, los autores de este estudio recuerdan que “la variación independiente en un solo gen rara vez es necesaria o suficiente para causar o proteger contra una enfermedad”, sino que la expresión fenotípica “está modulada por interacciones entre muchos otros genes y factores ambientales”.

Investigaciones previas ya han puesto de relieve el papel crucial que tienen las redes funcionales complejas, en lugar de los genes independientes. A este respecto, se han publicado diversas investigaciones relacionadas con la expresión génica, un proceso complejo que implica la coordinación de eventos dinámicos, sujetos a la regulación e integración a través de muchos niveles, cada uno con múltiples pasos.

El perfilado de la expresión genética de todo el genoma mediante análisis de secuencias, brinda herramientas de gran utilidad para identificar los complejos patrones de interacciones entre diferentes tipos de genes y el medio ambiente. Los estudios de perfiles de expresión genética analizan y miden la expresión de miles de genes en un organismo al mismo tiempo, demostrando que los genes a menudo se coexpresan en patrones, algo que, para los autores de este estudio, sugiere que “forman parte de una red funcional”. Estas complejas interacciones “regulan tanto los niveles de expresión genética como los cambios epigenéticos que influyen en la salud y la enfermedad”.

¿Cómo autorregulan las personas su funcionamiento en condiciones cambiantes?

Para comprender cómo, a lo largo de la evolución, los seres humanos llegaron a autorregular su propia expresión genética, su desarrollo biopsicosocial y su salud, los investigadores de este estudio han abordado el tema de la personalidad humana (definida “como la forma en que una persona aprende a moldear y adaptarse a eventos externos e internos en constante cambio”), identificando los tres sistemas de aprendizaje y memoria subyacentes a la personalidad, que han ido desarrollándose a lo largo de las distintas etapas de la evolución humana: condicionamiento asociativo de reactividad y hábitos emocionales, autocontrol intencional y autoconciencia creativa.

Según explican, la personalidad se va desarrollando en función de las condiciones internas y externas de una persona y tiene múltiples etapas con cambios incrementales en la madurez y la integración. Sin embargo, la identidad de una persona (es decir, la continuidad en el tiempo de intereses, hábitos, metas y valores característicos) es relativamente estable en los adultos jóvenes.

El sentido de identidad de un individuo y la configuración conjunta del temperamento y el carácter permanecen estables durante largos períodos de tiempo, mientras que la personalidad “es un fuerte predictor del nivel general de bienestar de una persona y de su carga general de enfermedad”. Por este motivo, consideran de gran importancia comprender el modo en que las configuraciones integradas de carácter y temperamento en los adultos -que generalmente son similares a rasgos (es decir, estables día a día y año tras año)-, pueden coordinar el modo en que una persona autorregula su funcionamiento en condiciones cambiantes.
Para realizar el estudio, los investigadores han ideado un enfoque multiómico innovador

A este respecto, el estudio parte de la hipótesis de que la evolución fenotípica está vinculada a la evolución de los sistemas reguladores de la expresión genética, por lo que predice la expresión genética diferencial en función del perfil de carácter y temperamento de una persona, como indicador de su nivel de capacidad autorreguladora promotora del bienestar (es decir, creativo > organizado > no regulado).

Para llevar a cabo este estudio, los investigadores han accedido a datos fenómicos, genómicos y transcriptómicos (estos últimos, clave para comprender las redes reguladoras de la expresión genética), del Estudio de Jóvenes Finlandeses (Young Finns Study), un estudio epidemiológico sistemático de cohortes de nacimiento en el que los individuos eran adultos jóvenes.

Se ha contado con una muestra conformada por 459 personas, que proporcionaron sangre para ensayos genómicos y transcriptómicos y completaron el Inventario de Temperamento y Carácter (TCI), para evaluar tanto su temperamento (hábitos y reactividad emocional) como su carácter (metas y valores conscientes).

Teniendo en cuenta los tres niveles de autoconciencia medidos a través de sus perfiles combinados de temperamento y carácter, se ha analizado la regulación de la expresión génica en estos individuos. Para caracterizar la regulación de la expresión y la función en genes relacionados con la personalidad humana e identificar los elementos de control clave y las interacciones en redes multimodulares, los investigadores han ideado un enfoque multiómico innovador.

La regulación de las redes de expresión genética por el temperamento y el carácter

De acuerdo con el estudio, sus resultados permiten arrojar nueva luz sobre tres aspectos: (i) las relaciones entre mente y cuerpo, (ii) el papel de la autoconciencia de la participación de una persona en la unidad de toda la existencia, que regula la expresión genética y la epigénesis para mediar en todos los aspectos del bienestar (físico, mental, social y espiritual), y iii) la creciente evidencia de que los ácidos ribonucleicos fueron los ‘progenitores’ de todas las formas de vida celular en la Tierra, desde las células individuales hasta los humanos conscientes de sí mismos.

Con respecto a la naturaleza de las interacciones mente-cuerpo y su papel en la regulación de la expresión genética, “este es el primer estudio que descubre la compleja organización multimodular de las redes reguladoras de genes asociadas con la personalidad humana”.

Los hallazgos muestran que la personalidad está asociada con una red de integración molecular que regula múltiples módulos funcionales especializados, que se activan y desactivan entre sí mediante interacciones recíprocas.

En este sentido, se observa que la personalidad humana organiza interacciones entre dos sistemas multimodulares que regulan la expresión genética: un sistema extrínseco (de abajo hacia arriba) y un sistema intrínseco (de arriba hacia abajo).

La rede transcriptómica-autoconciencia-reactividad emocional y la red genómica para la autoconciencia y el autocontrol

La red extrínseca, identificada como red Transcriptómica-Autoconciencia-Reactividad Emocional (T-SAER), especifica una serie de regiones cerebrales, que están involucradas en la autorregulación de la reactividad emocional (por ej., ansiedad y preocupación), mediante genes que regulan la plasticidad neuronal. Los genes de esta red regulan la plasticidad de las respuestas rápidas a señales sensoriales y emocionales destacadas sobre las condiciones ambientales, de una manera que depende del temperamento de la persona.

Por su parte, la red intrínseca, identificada como red genómica para la Autoconciencia y el Autocontrol (T-SASC), especifica una serie de regiones del cerebro que se coexpresan en regiones cerebrales para regular lo que la persona reconoce como significativo (como la producción e interpretación de conceptos y el lenguaje), en un contexto narrativo moldeado por la identidad y el carácter de la persona.

La integración de ambos sistemas mediante retroalimentación recíproca en función de las condiciones internas y externas cambiantes, da forma y coordina la expresión génica para varias funciones adaptativas especializadas. Por lo tanto, el nivel de autoconciencia de una persona constituye una influencia crucial en la autorregulación, tanto de la reactividad emocional en el sistema extrínseco, como del autocontrol en el sistema intrínseco. Esto evidencia que las diferencias autorreguladas en la expresión genética median fuertemente la relación entre la personalidad de un individuo y su salud.
Las interacciones entre ambas redes están coordinadas por un centro de control de 6 genes

Para los investigadores, el descubrimiento más importante y novedoso de este estudio es el mecanismo por el cual el temperamento y el carácter dirigen las interacciones recíprocas entre las redes reguladoras extrínsecas e intrínsecas para la expresión genética, que promueven la salud y el bienestar.

En este sentido, han descubierto que las interacciones entre las dos redes están coordinadas por un centro de control de 6 genes (que se mantienen altamente conservados a lo largo de la evolución, desde los organismos unicelulares hasta los seres humanos modernos). Este centro de coordinación es el núcleo de una red formada por más de 4.000 genes, e integra ambas redes en una única red de procesamiento de información (red T-SAER-SASC), organizando la transferencia de información dentro de su complejo sistema multimodular, desde la autoconciencia de un individuo al centro coordinador. Esto permite a una persona consciente de sí misma moldearse y adaptarse a condiciones cambiantes, de acuerdo con su identidad única, expresada por su perfil de personalidad y las emociones, metas y valores relacionados.

Así, afirman, “la personalidad modula la plasticidad neuronal, el desarrollo y el cambio epigenético, para coordinar los cambios adaptativos en la expresión génica y la epigénesis”.
La expresión genética se regula diferencialmente en redes cerebrales multiregionales, asociadas con distintos perfiles de personalidad

De este modo, a través de una creciente plasticidad, complejidad y conciencia, los seres humanos han ido adquiriendo la capacidad de autorregular y coordinar la expresión y el desarrollo de sus propias emociones, metas y valores para funcionar de manera coherente. Sin embargo, indican, “el éxito de tales procesos integradores hacia la coherencia varía ampliamente entre la diferentes personas, en la medida en que son saludables o no saludables en términos de bienestar físico, mental, social y espiritual, como resultado de la compleja interacción de diversas influencias biopsicosociales”.

El estudio concluye destacando que su importancia radica en que es el primero que identifica, mediante innovadores métodos computacionales, los elementos de control clave y los módulos funcionales específicos en las redes, a través de las cuales “la expresión genética se regula diferencialmente en redes cerebrales multiregionales asociadas con distintos perfiles de personalidad humana”.

Se puede acceder al estudio completo a través del siguiente enlace:

Del Val, C., Díaz de la Guardia-Bolívar, E., Zwir, I. et al. Gene expression networks regulated by human personality. Mol Psychiatry (2024). https://doi.org/10.1038/s41380-024-02484-x https://www.nature.com/articles/s41380-024-02484-x#citeas

martes, 11 de julio de 2017

Personas que gustan de estar solas


Existen muchos estereotipos acerca de los hombres y mujeres que sienten predilección por la soledad. Se suele decir que se trata de individuos misántropos, con problemas sociales o incluso que no son capaces de resolver los problemas de la vida diaria fuera de casa.

Sin embargo, los estereotipos son justamente eso, ideas preconcebidas basadas normalmente en mitos nunca cuestionados. ¿Es cierto que la mente de esas personas queda empobrecida por el aislamiento, o son tanto o más saludables que el resto de la población?

Por supuesto, para ver lo que dicen al respecto las investigaciones en Psicología primero es necesario definir qué entendemos qué se entiende por "soledad" del modo en el que la experimentan estas personas.

¿Qué es permanecer solo?

Hay que tener en cuenta que alguien que prefiere la soledad porque sus intentos de salir de ella han sido frustrados, ya sea por acoso o por dificultades sociales, no siente una auténtica predilección por la soledad; permanecen aisladas en contra de su voluntad y, por consiguiente, no se puede decir que prefiera estar a solas de forma auténtica. En todo caso, esa es la consecuencia de la evitación de un daño.

Cuando hablamos de personas que prefieren la soledad nos referimos a quienes no solo no rechazan el tiempo a solas, sino que lo abrazan y hacen que este forme parte de su vida; no tienen miedo a estar consigo mismas y con nadie más, y disfrutan de situaciones de soledad, experimentándolos como momentos de calma.

Por otro lado, estas personas le han perdido el miedo a la soltería, si es que alguna vez lo han tenido. No es que necesariamente prefieran estar sin pareja en cualquier contexto, sino que no lo ven como un objetivo vital importante y abstracto y que hay que satisfacer a toda costa.

¿Cómo son las personas que no temen la soledad?

Hace algunos años, un equipo de investigadores se decidió a estudiar el fenómeno de la preferencia por la soledad (no impuesta desde fuera) utilizando para ello dos grupos de personas casadas residentes en Alemania; en un grupo la media de edad de los participantes era de 35 años, y en el otro, de 42.

Otra iniciativa similar se propuso el mismo objetivo, pero esta vez se trabajó para estudiar cómo son quienes no tienen miedo a la soltería. En este caso se contó con la colaboración de dos grupos de personas, la mayoría solteras. En el primer grupo la media de edad era de 29 años, y en el segundo, de 19. Para medir su personalidad, tanto en esta investigación como en la anterior se utilizó el modelo Big Five, que mide estos rasgos:
  • Neuroticismo: grado de estabilidad emocional. 
  • Extraversión: grado en el que se experimenta comodidad en contextos sociales. 
  • Responsabilidad: grado en el que se tiende a la organización y al compromiso. 
  • Apertura a la experiencia: grado en el que se valora positivamente lo nuevo y lo creativo. 
  • Amabilidad: facilidad de trato, tendencia a la cooperación.
En el caso de la investigación sobre personas que aprecian la soledad, también se realizaron mediciones sobre su sociabilidad, mientras que en la investigación sobre miedo a la soltería se midieron estas características extra de personalidad:
  • Sensación de soledad indeseada 
  • Sensibilidad al rechazo 
  • Necesidad de pertenencia al grupo 
  • Depresión (imposibilidad de animarse incluso en compañía de otros) 
  • Fragilidad emocional 
  • Dependencia entre autoestima y existencia o no de relación de pareja
Los resultados de estas investigaciones destrozan completamente los estereotipos predominantes sobre las personas capaces de disfrutar libremente de la soledad.

En primer lugar, se halló que este perfil de personalidad es significativamente menos propenso a la inestabilidad emocional, es decir, al neuroticismo. Si en muchas ocasiones prefieren la ausencia de compañía no es a causa de crisis , nerviosismo ni nada parecido.

Por otro lado, este tipo de personalidad también destaca por obtener puntuaciones mayores en cuanto a apertura a la experiencia, mientras que quienes no temen a la soltería son, además, más amables y responsables que el resto. En el caso de las investigaciones sobre el deseo de soledad, el perfil propenso a la soledad voluntaria no obtuvo puntuaciones ni por encima ni por debajo de la media.

Pero quizás el resultado más rompedor es que, mientras que las personas que en general disfrutan de la soledad no son ni más extravertidas ni más introvertidas que el resto, las personas que no temen a la soltería no son más introvertidas, sino todo lo contrario: disfrutan de situaciones en las que deben participar en situaciones sociales. Esto confirma que no "eligen" la soltería por conveniencia, sino que simplemente no se obligan a tener pareja, ya que no lo pasan especialmente mal en conversaciones con desconocidos, por ejemplo.

Arturo Torres 
Psicólogo

Licenciado en Sociología por la Universitat Autónoma de Barcelona. Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona. Posgrado en comunicación política y Máster en Psicología social.


jueves, 25 de septiembre de 2014

Enfermedad crónica: satisfacción vital y estilos de personalidad adaptativos


En la actualidad existe evidencia suficiente que señala que sufrir una enfermedad física crónica aumenta la probabilidad de manifestar trastornos del estado de ánimo, ansiedad (Roy-Byrne et al., 2008) y depresión (Moussavi et al., 2007). Cuando esto ocurre, es decir, que dos problemas de salud, en este caso física y psicológica, se presentan en la misma persona podemos hablar de comorbilidad. Entre las principales consecuencias de la comorbilidad se encuentran el empeoramiento de síntomas como el dolor y el malestar, el incumplimiento de las prescripciones médicas, así como la dificultad de su tratamiento efectivo (Chapman, Perry, & Strine, 2005; DiMatteo, Lepper & Croghan, 2000).

Paralelamente, gracias a los avances médicos y técnicos, la supervivencia de la población que padece alguna enfermedad física crónica se ha visto incrementada año tras año, lo cual conlleva implicaciones tanto individuales como sociales. Las repercusiones individuales se refieren a las condiciones de vida que ofrecen los tratamientos, donde cobra importancia no solo la supervivencia en años, sino también la calidad con que se viven esos años. En cuanto a las repercusiones sociales subrayaremos aquí los costes económicos derivados de los tratamientos de salud a largo plazo (médicos, farmacéuticos, situaciones de incapacidad laboral, etc) que, en los casos de comorbilidad se verían, además, incrementados.

En la situación que se acaba de describir, la psicología de la salud tiene como uno de sus objetivos buscar aquellos factores que puedan conducir a una mejor adaptación psicológica a los problemas de salud física. Así, cobra importancia el estudio del bienestar subjetivo de personas que padecen enfermedades físicas, del que la satisfacción general con la vida es su principal indicador. La satisfacción vital consiste en una valoración de la propia vida como un todo y, aunque estable, es un concepto que se deja influir por distintas circunstancias vitales, como puede ser el hecho de vivir con una enfermedad crónica.

En nuestro trabajo hemos estudiado un total de 160 personas, agrupadas en cuatro grupos según la enfermedad crónica que padecen (insuficiencia renal en tratamiento de hemodiálisis o con trasplante renal, artritis reumatoide y espondilitis anquilosante) más un grupo control, formado por personas sin ningún trastorno de salud física o psicológica. En concreto, perseguimos dos objetivos, por una parte medir el nivel de satisfacción general con la vida de los grupos estudiados, lo cual nos ofrecería información sobre la mayor o menor dificultad de adaptación a la enfermedad. Y por otra parte,identificar aquellos estilos de personalidad que favorecerían tal adaptación en cada grupo.

Según los resultados obtenidos, el menor nivel de satisfacción vital corresponde al grupo de personas en tratamiento de hemodiálisis, que además, presenta diferencias significativas con el grupo de artritis reumatoide y con el grupo control, presentando este los niveles más elevados de satisfacción. Así, de todas las condiciones médicas estudiadas, es la situación de hemodiálisis la que presentaría mayores dificultades de adaptación psicológica, al compararla con las personas con artritis reumatoide y con quienes no padecen ninguna enfermedad. Siendo así, cabría considerar que son las condiciones de vida impuestas por el tratamiento de hemodiálisis las responsables de estos resultados. En este sentido, la hemodiálisis impone unos regímenes de tratamientos y pautas de autocuidado que interfieren en la totalidad de esferas de la vida de los pacientes que, no hay que olvidar, dependen de dicho tratamiento para seguir viviendo. Mientras que las enfermedades reumáticas estudiadas aunque presenten síntomas que pueden llegar a ser limitantes en diverso grado, como dolor articular e incapacidad funcional, no suponen una amenaza para la vida.

En cuanto a los resultados para el segundo objetivo del estudio, se han identificado diferentes factores de personalidad responsables de un mejor ajuste psicológico para todos los grupos excepto para el de trasplante. Estos estilos de personalidad que se han identificado como adaptativos, ya habían sido señalados como tales por otros estudios, así como por el modelo teórico que se ha utilizado (Millon, 2001) en nueve de los diez factores encontrados. No obstante, de estos factores, ninguno ha aparecido en más de un grupo, lo que podría indicar que los estilos de personalidad adaptativos serían específicos según la condición médica de que se trate, y no tanto que existiera un estilo adaptativo genérico para enfermedades crónicas. En este sentido, para el grupo de hemodiálisis se obtiene que la tendencia a ofrecer una imagen de sí mismo peor de lo que es en realidad, es el principal factor que determina, en este caso, peor ajuste psicológico. Para el grupo de artritis reumatoide la tendencia a concentrarse tanto en la búsqueda de refuerzos positivos (placer), como su conformidad a las normas sociales y responsabilidad, conducirían a un mejor ajuste psicológico. Y para el grupo de espondilitis, serían dos aspectos de las relaciones con los demás los encargados de determinar su mejor adaptación. Así, podría dibujarse un entorno de vínculos sociales poco numeroso, donde la persona se centra en sus preferencias y éstas son respetadas.

Por último, señalamos que las conclusiones a las que se llegan, se derivan de un diseño de investigación que solo permite establecer relaciones entre datos y no explicaciones causales y que, el estudio cuenta con una reducida muestra. No obstante, consideramos que este tipo de acercamientos hacia la capacidad de los problemas crónicos de salud para interferir en el bienestar, y de las fortalezas personales que minimizan la probabilidad de comorbilidad en cada caso, es un primer paso que en un futuro permitiría intervenciones terapéuticas más efectivas.

El artículo completo puede encontrarse en la Revista Psychosocial Intervention:

Sánchez, M.J.; García, J.M.; Velverde, M. y Pérez, M. (2014) Enfermedad crónica: satisfacción vital y estilos de personalidad adaptativos. Clínica y Salud, 25, 85-93.


martes, 21 de agosto de 2012

Inestabilidad emocional


La psicología establece una diferencia entre temperamento y personalidad. El temperamento es  heredado, es decir, tiene un origen biológico, está presente desde el nacimiento. La personalidad, en cambio, es el resultado de la interacción entre el temperamento y el ambiente. Es decir, el temperamento puede ser modificado por las experiencias y aprendizajes que una persona vive.

La estabilidad emocional es uno de los factores de personalidad más importantes. Explica la tendencia de algunas personas a ser más vulnerables a problemas de depresión y ansiedad cuando se encuentran con situaciones estresantes. Se ha relacionado con una mayor o menor satisfacción en las diversas áreas de la vida.

La mayoría de las personas suelen situarse en un nivel intermedio, en un continuo que va desde una alta estabilidad emocional hasta un alto grado de inestabilidad emocional.

Aunque el grado de estabilidad emocional de una persona suele mantenerse constante a lo largo del tiempo, no es raro que haya etapas de mayor o menor estabilidad, en función de las experiencias vividas y el estrés al que una persona se encuentre sometida.

Las personas con una alta estabilidad emocional tienen un mayor control de sus emociones y no se ven afectadas con facilidad por los problemas o reveses de la vida. Sus emociones son más estables, tienen un enfoque realista de la vida, son pacientes, tranquilas y perseverantes. Son personas con una buena capacidad para manejar sus emociones y planear su vida, resistir sus impulsos y funcionar de una manera flexible y a la vez controlada. Saben afrontar la realidad sin huir de ella.

Aunque puedan sentirse mal ocasionalmente, por lo general suelen estar libres de emociones negativas persistentes. Cuando experimentan un nivel de estrés considerable y, por tanto, emociones negativas más intensas, son también capaces de manejarlas sin dejarse llevar por ellas y reponerse con facilidad.

La persona con una baja estabilidad emocional tolera mal la frustración o el estrés. No es capaz de funcionar de manera adaptativa cuando las condiciones de su vida no son totalmente satisfactorias y ante los reveses reacciona con intensas emociones negativas, como ansiedad, tristeza, ira o culpa. Sobredramatiza, se preocupa en exceso, es impulsiva, impaciente y ansiosa. Le cuesta afrontar el estrés, tomar decisiones o resolver problemas, pues se siente abrumada por ello.

Las personas emocionalmente inestables tienen una mayor probabilidad de ver las situaciones ordinarias como amenazantes y las pequeñas frustraciones de la vida diaria las interpretan como difíciles, irresolubles o catastróficas. Sus reacciones emocionales negativas tienden a persistir durante mucho tiempo.