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lunes, 28 de septiembre de 2020

¿Cómo detectar la discalculia?


Muchos niños tienen problemas con las matemáticas; sin embargo, para algunos, estas dificultades pueden ser mucho mayores. Cuando los problemas con las matemáticas son graves y persisten, pueden ser un signo de que el niño o niña presenta una dificultad del aprendizaje llamado discalculia.

Así lo afirma el Instituto de la Mente Infantil (Child Mind Institute) en un artículo publicado en su página Web, a través del cual aborda la discalculia, conceptualizándola y recogiendo una serie de señales y signos que pueden indicar a los padres la presencia de esta dificultad específica del aprendizaje.

Tal y como señala el Instituto, si bien la investigación en torno a la prevalencia es limitada, se estima que entre el 5 y el 7% de los niños y niñas en edad escolar primaria pueden presentar discalculia.

No obstante, advierte, “no todas las dificultades con las matemáticas, incluso las más graves, son causadas por la discalculia: los problemas como las dificultades del procesamiento visual o auditivo, la dislexia o el TDAH, por ejemplo, pueden influir también en el desempeño del niño/a con las matemáticas. Asimismo, es posible que los niños y niñas con discalculia presenten, a su vez, otras dificultades del aprendizaje”.

En los niños pequeños, los siguientes signos pueden ser indicativos de la presencia de discalculia:

• Muestra dificultad para reconocer números.

• Suele tardar en aprender a contar.

• Le cuesta conectar símbolos numéricos con sus nombres correspondientes (ej., el número 5 con “cinco”).

• Presenta dificultad para reconocer patrones y series, y seguir un orden.

• Se pierde al contar.

• Necesita ayudas visuales, como los dedos, para poder contar.

A medida que las matemáticas van cobrando más importancia y se va incrementando su nivel de dificultad, los niños que presentan discalculia probablemente:

• Mostrarán dificultades significativas para aprender funciones matemáticas básicas, como sumas y restas o tablas de multiplicar.

• Son incapaces de comprender los conceptos en los problemas y otros cálculos matemáticos no numéricos.

• Les cuesta estimar el tiempo que tardarán en completar una tarea.

• Problemas al realizar tareas y exámenes de matemáticas.

• Dificultades para alcanzar los objetivos curriculares en matemáticas correspondientes a su edad.

• Problemas con las tareas que involucran el procesamiento visoespacial (por ej., lectura de gráficos y tablas).

El impacto de la discalculia se observa también en las actividades cotidianas de los niños, fuera de su horario escolar:

• Tienen problemas para recordar cifras como códigos postales, números de teléfono o puntuaciones en los juegos.

• Les cuesta realizar operaciones con dinero, como hacer cambios, contar facturas, calcular una vuelta o estimar cuánto costará algo.

• Tienen dificultades para estimar las distancias y cuánto tiempo les tomará llegar de un lugar a otro.

• Les cuesta recordar direcciones y tienen problemas con la lateralidad.

• Se frustran fácilmente con los juegos que requieren estrategias numéricas.

• Tener dificultad para leer los relojes y decir la hora.

Según el Instituto de la Mente Infantil, uno de los signos indicativos de la presencia de una dificultad específica del aprendizaje es la notable discrepancia que se observa entre las habilidades y las aptitudes. Un niño con discalculia puede tener un buen desempeño en otras materias, como inglés o ciencias sociales, pero obtener calificaciones muy bajas en matemáticas y en asignaturas que requieren el uso de las matemáticas.

El artículo finaliza recomendando a los padres una serie de acciones que deberían seguir:

- Acudir al pediatra, para descartar cualquier problema físico, como un problema auditivo o visual, que pudiera estar afectando al proceso de aprendizaje de su hijo/a.

- Hable con su profesor: pregúntele en qué áreas presenta más problemas su hijo/a y qué estrategias pueden ayudarle. Comprender el perfil de aprendizaje completo de su hijo lo ayudará a abogar por sus necesidades.

- Consulte a un especialista: hable con un profesional que pueda realizar una evaluación y pueda darle orientaciones específicas para ayudar a su hijo o hija.

Fuente: Child Mind Institute / INFOCOP

lunes, 9 de marzo de 2020

Pautas para el manejo de las conductas disruptivas en el aula




Aproximadamente el 10% de la población escolar presenta problemas de salud mental. En un aula con más de 20 alumnos y alumnas, es muy probable que uno o dos estén lidiando con graves factores psicosociales estresantes relacionados con la pobreza, la violencia doméstica, el abuso y la negligencia, un trauma o un problema de salud mental. Esta situación representa hoy en día un desafío en las aulas.

Así lo afirma el Instituto de la Mente Infantil (Child Mind Institute) en un artículo publicado en su página Web, a través del cual aborda el tema del comportamiento disruptivo en el aula, conceptualizándolo y ofreciendo una serie de pautas y recomendaciones orientadas al profesorado, con el fin de poder dar una respuesta eficaz a este tipo de conductas.

Tal y como indican los autores del artículo, los niños con problemas de salud mental pueden tener dificultades para regular sus emociones y centrarse en el aprendizaje.

A menudo, no cuentan con las habilidades básicas necesarias para regular su comportamiento y, en ocasiones, incluso para reconocer sus propias acciones. Pueden ser inflexibles y presentar arrebatos sin motivo aparente, interrumpiendo la rutina diaria del aula. En otros casos, pueden aislarse socialmente o buscar continuamente y en exceso el contacto social, estar adormilados, mostrarse irritables, desafiar constantemente al personal docente y discutir incesantemente, etc.

Las conductas disruptivas pueden interrumpir el curso normal del aula, siendo este el problema más reportado por los docentes. A este respecto, el Instituto pone de relieve que para poder ayudar de forma eficaz a cada estudiante a alcanzar su potencial, los profesores deben adoptar un nuevo enfoque, orientado a conocer claramente las causas o motivos que impulsan este tipo de comportamientos. Asimismo, necesitan contar con una variedad de estrategias que les permitan intervenir eficazmente, antes de que el comportamiento disruptivo se afiance.

Para tal fin, el artículo recoge una serie de conceptos clave que deben tener en cuenta los docentes a la hora de intervenir frente a cualquier comportamiento problemático de sus alumnos y alumnas:

El mal comportamiento es síntoma de un problema subyacente

Si el alumno o alumna muestra una conducta problemática o inadecuada, puede ser síntoma de una habilidad poco desarrollada. Cuando los niños actúan de una determinada manera, suele significar que están bloqueados y no saben qué hacer frente a esa situación. Algunos pueden ser demasiado sensibles al estrés y exhibir una respuesta activa de “lucha o huida”. Otros pueden carecer de las habilidades sociales básicas que se necesitan para actuar en una interacción social con un compañero, la flexibilidad para seguir una consigna o la autorregulación para realizar una tarea que produce ansiedad.

El comportamiento es comunicación

A pesar de que la conducta de los alumnos pueda parecer extraña, sus acciones tienen un propósito y suponen un intento de resolver un problema. Es fundamental dar un paso atrás e intentar descifrar qué es lo que el alumno o alumna está tratando de comunicar y cuál es la función (o la intención) de su conducta. Con la práctica, los maestros pueden aprender a detenerse y "escuchar" el mensaje que pretende transmitir con su comportamiento, “romper este código de comportamiento” y responder de manera más productiva.

El comportamiento tiene una función

La conducta de un niño no es aleatoria. Las personas no repetirían un comportamiento a menos que obtuvieran algo de él. Por lo general, es una respuesta por parte de otras personas que, a su vez, alienta las conductas inapropiadas. Por ejemplo, llorar puede funcionar para llamar la atención de un profesor. Si un/a estudiante tiene rabietas constantes y se le expulsa del aula, aprende que las rabietas le facilitan el abandonar la clase. Por ello, los profesores deben averiguar en primer lugar, qué es lo que un alumno o alumna está obteniendo de un comportamiento inapropiado, a fin de responder al mismo de forma diferente y evitar reforzarlo.

El comportamiento sigue unos patrones


Cuando los profesores consideran que lo han intentado todo, pero el alumno sigue actuando de manera inadecuada, el siguiente paso es realizar una investigación sistemática de esta conducta. La clave para “romper” el código de comportamiento es buscar patrones en él. Estos patrones pueden basarse en la hora del día (él o ella siempre bosteza por la mañana antes de la merienda), la actividad (siempre se encuentra mal cuando comienzan la clase de matemáticas), las personas (participa más en el aula cuando un profesor o profesora determinado da la clase), y muchos otros factores. Asimismo, hay que analizar las variables ambientales existentes antes de la conducta no deseada (antecedentes), junto con la respuesta del profesor y de los compañeros después de esta conducta. Una vez que se descubre el patrón, se puede comprender la función o la intención del comportamiento inapropiado.

El comportamiento puede cambiarse

Cuando el profesorado entiende cual es la finalidad de una conducta inapropiada y actúa de forma eficaz, en muchos casos, los cambios se muestran rápidamente. Cuanto más intensamente se enseña al estudiante las habilidades en las que tiene más dificultades y cuantas más variaciones se introducen en el ambiente para fomentar un comportamiento apropiado, es probable que la conducta inadecuada cambie con mayor rapidez.

Cambios duraderos


El Instituto de la Mente Infantil recoge en este artículo un Plan de intervención sobre las conductas inapropiadas en el aula, denominado Plan FAIR. FAIR es un acrónimo, compuesto por las siguientes letras: F de función (function) “comprender la función de la conducta”, A de adaptaciones (accommodations), I de interacción (interaction) “estrategias de interacción”), y R de respuestas (responses).

El objetivo del Plan FAIR es cambiar las conductas inadecuadas por otras más apropiadas a largo plazo, en lugar de simplemente "controlar el comportamiento" hasta final de curso. Lograr este tipo de cambio requiere que los profesores sigan cinco pasos básicos que aplican los conceptos fundamentales descritos anteriormente:
  1. Gestionar los antecedentes. Esto significa minimizar o adaptar aspectos del entorno que tienden a desencadenar un comportamiento inapropiado. Al comprender qué antecedentes son problemáticos para un alumno o alumna (por ej., estar cerca de otros compañeros o leer en voz alta), el maestro puede intervenir de manera eficaz y crear un ambiente en el aula que sea favorable y proactivo.
  2. Reforzar el comportamiento deseado. Si un alumno o alumna afronta con rabietas las demandas académicas, el profesor puede comenzar pidiéndole que realice una tarea durante 10 minutos, reforzándola consecuentemente. Posteriormente, puede ir incrementando el tiempo dedicado a la tarea en el aula, aumentando de este modo la tolerancia del alumno o alumna. A medida que aparezcan pequeños intentos de autorregulación o del uso de habilidades prosociales, el profesor los reforzará y recompensará. 
  3. Enseñar un comportamiento alternativo. Es necesario enseñar una conducta alternativa, más apropiada y que cumpla con la misma función que la conducta que se ha venido exhibiendo, utilizándola mientras se desarrollan las habilidades necesarias para comportarse de manera apropiada, sin adaptaciones. Por ejemplo, en lugar de dar un golpe en la mesa cuando siente frustración al leer en voz alta, el alumno puede aprender a preguntar: "Por favor, ¿puedo descansar?".
  4. Abordar las habilidades poco desarrolladas que están en la raíz de la dificultad de un niño o niña para comportarse adecuadamente. Ayudar al alumno o alumna a desarrollar las habilidades en las que presenta más dificultades, elimina eventualmente la necesidad de realizar una conducta alternativa. Así, siguiendo el ejemplo del punto anterior, este alumno necesitaría trabajar las habilidades de lectura.
  5. Responder a la conducta inapropiada de manera disuasoria. 
El profesorado debe reforzar los comportamientos deseados y evitar reforzar accidentalmente las conductas inapropiadas.