lunes, 17 de julio de 2017

Comorbilidad del Trastorno Límite de Personalidad


Actualmente, los trastornos de personalidad están captando el interés de la mayoría de investigadores, dando lugar a numerosos estudios, investigaciones, congresos... Una de las posibles causas de esto son las diversas discusiones sobre cómo considerar dichos trastornos, es decir, ¿dónde está el punto exacto de determinar si es un trastorno propiamente o una personalidad disfuncional?

Este gradiente ha sido objeto de debate en diversas ediciones del DSM. Por otro lado, también son conocidos por su alta comorbilidad con otros trastornos, en especial el trastorno límite de la personalidad (TLP).

La comorbilidad es un término médico que significa la presencia de uno o más trastornos (o enfermedades) además de la enfermedad o trastorno primario, y el efecto que causan. Es tan significativo ese fenómeno en el TLP, que incluso es más común y representativo verlo junto a otros trastornos, que solo. Existen muchos estudios y mucha variación de resultados en cuanto a con qué trastornos es comórbido y con cuáles no, pero hay suficiente uniformidad con los del Eje I (especialmente) y eje II tanto en muestras clínicas como comunitarias.

Las investigaciones indican que el 96,7% de las personas con TLP tienen al menos un diagnóstico comórbido con el Eje I, y que el 16,3% tendrían tres o más, lo cual es significativamente más elevado que otros trastornos. Por otro lado, también se ha estudiado que el 84,5% de los pacientes cumplía con los criterios para tener uno o más trastornos del Eje I al menos, 12 meses, y un 74,9% para tener un trastorno del eje II de por vida.

Respecto a la comorbilidad con el eje II, numerosos estudios indican que existen diferencias entre sexos. Es decir, los hombres diagnosticados con TLP son más propensos a tener comorbilidad del eje II con los trastornos de tipo antisocial, paranoide y narcisista, mientras que las mujeres con histriónico. Por otro lado, los porcentajes para los trastornos dependiente y por evitación se mantenían similares.

De los ya mencionados trastornos del eje I, el que sería más común de asociarse con el TLP sería el trastorno depresivo mayor, oscilando entre el 40 y 87%. Seguirían los trastornos de ansiedad y afectivos en general y destacaríamos la relevancia del trastorno de estrés post traumático por la cantidad de estudios al respecto; con una prevalencia de por vida del 39,2%, es común pero no universal en pacientes con TLP.

En los también muy frecuentes trastornos alimenticios y de abuso de substancias, hay diferencias entre sexos, siendo los primeros más probables de estar asociados a mujeres con TLP y los segundos, a hombres. Este abuso de substancias de forma impulsiva reduciría el umbral de otros comportamientos autodestructivos o de promiscuidad sexual. En función de la gravedad de la dependencia del paciente, se tendría que derivar a servicios especializados e incluso ingreso para desintoxicación como prioridad.

En el caso de los trastornos de personalidad, tendríamos comorbilidad trastorno por dependencia con tasas del 50%, el evitativo con el 40%, el paranoide con el 30%, el antisocial con el 20-25%, el histriónico con tasas oscilantes entre el 25 y el 63%. Respecto a la prevalencia del TDAH se sitúa en un 41,5% en la infancia y en el 16,1% en la edad adulta.

La comorbilidad del TLP con el abuso de tóxicos sería del 50- 65%. Por otro lado, de igual manera que en la sociedad en general, de la substancia que más se suele abusar es del alcohol. No obstante, estos pacientes suelen ser politoxicómanos con otras substancias, como cannabis, anfetaminas o cocaína, pero puede ser de cualquier substancia adictiva en general, como de algunos psicofármacos.

En adición, dicho consumo suele hacerse de manera impulsiva y episódica. Respecto a la comorbilidad con el alcohol en particular, el resultado de fue un 47.41% de por vida, mientras que se obtuvo un 53.87% con adicción a la nicotina.

Siguiendo la misma línea, numerosos estudios han comprobado la relación de la sintomatología del TLP con la frecuencia de uso y dependencia del cannabis. Los pacientes tienen una relación ambivalente con este, ya que les ayuda a relajarse, atenuar la disforia o malestar general que habitualmente tienen, soportar mejor la soledad a la que tanto refieren y focalizar su pensamiento en el aquí y ahora. No obstante, también les puede llevar a tener atracones de comida (agravando las conductas bulímicas o de trastorno por atracón, por ejemplo), aumentar los síntomas pseudoparanoides y la posibilidad de desrealización o despersonalización, lo cual sería un círculo vicioso.

Por otro lado, también es interesante destacar las propiedades analgésicas del cannabis, relacionándolo con las habituales autolesiones por parte de los pacientes con TLP.

A grandes rasgos, la comorbilidad con los TCA con los TP es elevada, oscila entre el 20 y 80% de los casos. Aunque el trastorno de anorexia nervosa restrictiva pueda tener comorbilidad con el TLP, es mucho más frecuente que lo tenga hacia otros trastornos de tipo pasivo-agresivo, por ejemplo, mientras que la bulimia purgativa sí que se asocia con fuerza al TLP, siendo la proporción de un 25%, sumado a los trastornos por atracón y TCA no especificado, de los cuales también se ha encontrado relación.

Paralelamente, diversos autores han relacionado como posibles causas del origen de los TCA a acontecimientos estresantes en alguna etapa temprana de la vida, tales como abuso físico, psicológico o sexual, control excesivo… junto a rasgos de personalidad como baja autoestima, impulsividad o inestabilidad emocional, junto a los propios cánones de belleza de la propia sociedad.

Es importante destacar que la elevada comorbilidad del TLP con otros trastornos hace más difícil la detección temprana de los trastornos, por lo que dificulta el tratamiento y ensombrece el pronóstico terapéutico, además de ser un criterio de gravedad diagnóstica.

Para acabar, concluir con la necesidad de más investigación acerca del TLP y de los trastornos de personalidad en general, ya que hay mucha disparidad de opiniones y pocos datos realmente contrastados empíricamente y con consenso en la comunidad de la salud mental.

FUENTE: https://psicologiaymente.net


Alba Ramos Cruz 
Psicóloga

Graduada en Psicología en la Universidad de Barcelona. Especializándose en mención clínica. Especial interés en psicología clínica y forense y estudio de la conducta criminal.

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