lunes, 3 de abril de 2017

La obligación postmoderna de la felicidad



Felicidad plástica

La industria de la felicidad se ha convertido en uno de los negocios con más éxito y beneficios en la actualidad (libros de autoayuda, audios, etc.). Nos plantean que si no estás feliz con tu vida debes buscar todos los medios físicos posibles para ser feliz de forma rápida y programada; que si no eres feliz, no eres nadie en esta vida, no cumplirás tus metas y serás un ser marginal.

Es importante saber que la tristeza o la frustración son una parte sustancial para que se pueda desarrollar la felicidad, son complementarios y siempre están en interacción. Es la constante batalla de la condición humana.

La interacción entre tristeza y felicidad es de vital importancia para el ser humano, ya que nos enseña que el presente es lo que importa, que hay que darle significado tanto a las malas vivencias como a las buenas y que hay aprovechar al máximo cada momento que nos dé esa felicidad, que para cada persona es una cosa totalmente distinta.

La felicidad debería ser un estado de paz y autoconocimiento por el que pasan también la tristeza o la ira, aceptándose como partes de la vida y a veces hasta de sacrificio voluntario.

Yo te vendo felicidad, tú me la comprasLa presión del mundo capitalista conspira para que busquemos la felicidad como la aspiración más importante en nuestra existencia. Fuera de este sistema nos encontraremos ante un desierto de desesperación, pero dentro, el mejor de los mundos posibles.

Se administra la vida de los individuos para proporcionales una vida agradable en un mercado que puede ofrecerles todo tipo de satisfacciones para sus demandas. Se convierten en clientes y objetos pasivos de deseo de un sistema, que los manipula para gestionarles una vida “sana”.

El holograma de la felicidad

La concepción que tenemos de la felicidad es una vaga ilusión que nos impide realizarnos plenamente, ya que nos induce a no aceptar o ser totalmente intolerantes al sufrimiento y la desdicha.

El filósofo Kant hace una descripción de la felicidad desde el punto de vista de la razón. La felicidad formaría parte de una ecuación dónde están involucradas la racionalidad, la moralidad y la “sagacidad”.

La sagacidad sería la habilidad para elegir los medios que nos permitirían conseguir la mayor cantidad posible de bienestar propio. También es un talento natural para detectar los más sutiles indicios por los cuales puede rastrearse la verdad. La verdad nos hace libres y la libertad es uno de los principios fundamentales de la felicidad.

Lacan nos dice que la felicidad se sustenta en la incapacidad o falta de disposición del sujeto para hacer frente plenamente a las consecuencias de su deseo: el precio de la felicidad es que el sujeto se queda atrapado en la inconsistencia de su deseo. En nuestra vida diaria, deseamos (o pretendemos desear) cosas que no deseamos realmente, de modo que, en último término, lo peor que nos puede ocurrir es que logremos los que oficialmente deseamos.

Esto quiere decir que disfrutamos del proceso que nos lleva a esa felicidad, cuando obtenemos aquello que deseábamos, constatamos tristemente que ya no nos satisface de la manera idílica que imaginábamos. Por tanto, intentamos constantemente evadir nuestra realidad para ser felices, sin tener en cuenta, que la felicidad está en todas partes y en ninguna en concreto; solo depende del sentido que le damos a nuestra realidad.

Un mundo feliz
En la obra “Un mundo feliz” (Aldous Huxley), se presenta un mundo que no da cabida al azar, donde las personas se producen en serie, tienen garantizado el confort y la satisfacción de los únicos deseos que están condicionados a experimentar, pero donde se ha perdido la razón para vivir.

Se producen seres humanos, en el sentido industrial del término, en fábricas especializadas (centro de incubación y condicionamiento), donde cada uno tiene tareas especializadas asignadas y que son indispensables para una sociedad obsesionada con la estabilidad.

Se trata de un mundo en el que reina la felicidad y el aparente bienestar. El sufrimiento se ha erradicado de la sociedad, pero ha sido a costa de la libertad individual.

La felicidad prefabricada, producto de una mentira que oculta la realidad y embrutece la razón humana:
"La gente es feliz; tiene lo que desea, y nunca desea lo que no puede obtener. Está a gusto; está a salvo; nunca está enferma; no teme la muerte; ignora la pasión y la vejez; no hay padres ni madres que estorben; no hay esposas, ni hijos, ni amores excesivamente fuertes. Nuestros hombres están condicionados de modo que apenas pueden obrar de otro modo que como deben obrar."

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