lunes, 11 de marzo de 2024

Mitos sobre el mutismo selectivo

 El mutismo selectivo es un trastorno de ansiedad relativamente raro, que se da cuando los niños y las niñas que hablan en casa no pueden hablar en entornos más públicos, incluido el contexto educativo. Su comportamiento a menudo se malinterpreta como dificultades del lenguaje expresivo o como una negativa deliberada a hablar.

Así lo indica el Instituto de la Mente Infantil (Child Mind Institute) en un artículo a través del cual conceptualiza el problema del mutismo selectivo y recoge los mitos más comunes en torno al mismo, tales como:

Los niños con mutismo selectivo han sufrido trauma o abuso

Este es un mito “bastante desafortunado”, porque puede impedir que los padres busquen ayuda para su hijo por temor a que se les considere sospechosos de abuso. No hay evidencia que vincule el mutismo selectivo con el trauma; los niños y las niñas con mutismo selectivo se sienten cómodos hablando en casa, pero se ven abrumados por la ansiedad en situaciones sociales.

Mitos sobre el mutismo selectivo

Fuente: freepik. Autor: freepik. Fecha: 12/07/23

Tan solo es timidez. Los niños y las niñas con mutismo selectivo lo superarán cuando crezcan

El mutismo selectivo es un tipo de ansiedad social mucho más extrema que la timidez ordinaria; es una incapacidad paralizante para hablar que interfiere con la vida y el desarrollo de un niño o niña. Si bien algunos/as niños/as suelen superarlo sin tratamiento, otros/as pueden soportar años de sufrimiento y perderse actividades adecuadas para su edad.

Presentan problemas del habla

Aunque algunos niños con mutismo selectivo pueden presentar un retraso en el habla, las dos condiciones no están relacionadas y en muchos casos no existen dificultades del habla o del lenguaje expresivo. Cuando la dificultad para hablar se observa con adultos desconocidos, sus habilidades verbales pueden subestimarse.

Los niños con mutismo selectivo son oposicionistas o manipuladores

La idea de que los niños “eligen” el mutismo selectivo fue tan popular, que durante un tiempo se conoció como “mutismo electivo”. Sin embargo, el mutismo selectivo surge de la ansiedad social y la inhibición, no de la ira o de un deseo de control: los niños y las niños lo experimentan como una incapacidad para hablar.

En realidad pueden hablar si los adultos les hacen demandas más claras

La presión para hablar es precisamente lo que más les paraliza, de modo que necesitan intervenciones orientadas a reducir la ansiedad y fomentar los esfuerzos para hablar con refuerzo positivo (por ejemplo, darle siempre 5 segundos más de tiempo para responder a una pregunta).

El mutismo selectivo es una forma de autismo

Los niños con mutismo selectivo, cuando se sienten ansiosos, a menudo reaccionan con falta de contacto visual, sin mostrar expresión alguna y exhibiendo conductas que pueden parecer típicas de un trastorno del espectro del autismo. Sin embargo, el mutismo selectivo es fundamentalmente distinto del autismo: mientras que los niños y las niñas con autismo carecen de habilidades sociales y de comunicación, los niños con mutismo selectivo muestran una inhibición severa para hablar en ciertas situaciones.

La terapia cognitivo-conductual, el tratamiento de elección para abordar el mutismo selectivo

De acuerdo con la evidencia, la terapia cognitivo-conductual es el tratamiento de primera elección para el abordaje de esta problemática.

A este respecto, tal y como indica la Asociación Americana de Terapias Cognitivo-Conductuales (ABCT-Association for Behavioral and Cognitive Therapies), en el abordaje del mutismo selectivo, el psicólogo debe comenzar trabajando la exposición del niño o la niña ante situaciones que les resulten menos angustiosas e ir aumentando gradualmente hacia aquellas situaciones que provocan más ansiedad. El manejo de contingencias implica el uso de refuerzos positivos o recompensas para aumentar la probabilidad de que se expresen verbalmente, reforzando las aproximaciones sucesivas hacia el comportamiento deseable (por ej., reforzando en primer lugar el susurro, posteriormente las respuestas de una palabra en un tono más elevado, etc.).

En niños mayores, la intervención se enfoca en la reflexión sobre sus propios pensamientos, reconociendo las señales físicas que inician ansiedad, la identificación y el desafío de patrones de pensamiento negativos y desarrollando con ellos un plan de afrontamiento para la ansiedad, reduciendo así la probabilidad de que interfiera con el lenguaje expresivo.

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